Celibato y uso de acólitos detras de esta lacra.
En los últimos tiempos los
medios de comunicación han destapado turbios asuntos que durante décadas habían
permanecido en la más secreta oscuridad y sobre todo en la más vergonzosa
impunidad. Entre estos escándalos sobresalen los que tiene que ver con el abuso
de menores por parte de sacerdotes, obispos y hasta cardenales. Bien es verdad
que este tipo de abusos se dan en casi todos los estamentos, entre maestros,
políticos, autoridades policiales, etc. También ha habido casos por parte de
líderes religiosos de otras confesiones. Pero si bien en estos estamentos y
confesiones, la pedofilia se cuenta como casos excepcionales y poco
representativos de un problema, nada que ver con los datos recogidos entre
miembros del clero católico. Hasta el último papa, Francisco, reconoció en
Julio del 2014 que es posible que un 2% de miembros activos de la iglesia son
o han sido pedófilos.

En 1993, otros nueve jóvenes
que habían sido monaguillos del sacerdote Rudolph Kos, en Dallas, Texas,
denunciaron abusos por parte de este, fue cuando sonaron las primeras alarmas
que indicaban que no se trataba de casos puntuales. La cuestión que ahora salía
a colación era la actitud de los obispos y cardenales, quienes a menudo intentaban
ocultar los hechos. Se supo que en el caso de Dallas, había habido una clara
ocultación o encubrimiento de los abusos por parte de las autoridades
eclesiásticas, ya que los jóvenes habían denunciado al cura ante el obispado y
este, como en otros casos, tan solo decidió cambiar de parroquia al sacerdote.
En otros casos, los enviaban a conventos o monasterios para quitarlos de la
circulación, pero nunca alertaron a las autoridades. La iglesia de Dallas fue
obligada a desembolsar más de treinta millones de dólares en aquella ocasión.
Casos como ese empezaron a darse en México, Brasil, Sudáfrica y Austria.
Pero la bomba estalló cuando
en enero de 2002, el diario The Boston Globe, empezó
a publicar una serie de reportajes en los que se ofrecían datos relevantes
sobre abusos sexuales cometidos por cinco sacerdotes de un solo estado, Boston.
De esa manera salió a la luz pública la cuestión de los abusos sexuales de la
Iglesia a menores de edad y la ocultación por parte de los obispos. A partir de
entonces se habla, ya no de algún que otro cura pederasta, sino de grupos que
además parecían actuar en complicidad, y lo que es peor, amparados por el
silencio eclesiástico. Eso provocó una reacción en cadena que hizo a muchos
jóvenes y no tan jóvenes a denunciar y dar a conocer su caso, algunos de los
cuales habían sucedido hacía décadas. Esto fue así ya no solo en EEUU, donde la
iglesia estuvo a punto de la quiebra económica por las cantidad de denuncias,
sino en todas partes del mundo. Cuando se realizó una investigación a fondo de
la cuestión, se descubrió que más de cuatro mil sacerdotes, solo en EEUU,
habían estado envueltos en abuso de más de 10,000 niños en los últimos
cincuenta años. No fue posible estudiar casos más atrás de los años 50, por
cuestiones de edad y la desaparición de muchos de los investigados.

Obispado de Granada (España) en un gesto de perdón por los escándalos.
Poco después, saltaron los escándalos en Irlanda, donde en 2005 se descubrió que en una sola diócesis del condado de Wexford, se habían dado más de cien casos de abuso de menores por parte de 21 sacerdotes en un periodo entre 1966 hasta 2002. Descubriéndose que todos los curas envueltos, en un momento dado, habían sido transferidos a otros lugares, aunque algunos habían regresado a su parroquia anterior, pasado un tiempo. Pero lo peor del asunto era que, si se había dado ese cambio, significaba que de alguna manera las autoridades eclesiásticas fueron conocedoras de los hechos. A partir de entonces, se formó una comisión investigadora de abusos de niños en ese país, donde se facilitó que muchos hombres y jóvenes que pasaron por ciertos centros o parroquias pudieran testificar sobre el asunto. Los escalofriantes datos que después recogieron, demuestra hasta donde había llegado el daño, fueron más de 2000 testimonios de personas que siendo niños sufrieron el abuso de sus sacerdotes. El estudio llegó abarcar un periodo de 60 años desde 1920 hasta 1980, con entre unos 35.000 personas, que siendo niños pasaron por centros dirigidos por sacerdotes, se descubrieron ya no solo abusos sexuales, sino malos tratos, violencia, humillaciones y demás. El estudio no quedó cerrado, pues muchos de estos callaron, otros habían muerto silenciando su caso y otros vivían fuera de Irlanda. Pero fue suficientemente grave el escándalo para que cuatro obispos dimitieran y toda la jerarquía de la iglesia católica irlandesa tuviese que rendir cuentas ante el papa. Hasta el papa Benedicto XVI tuvo que pedir disculpas a las víctimas de los abusos en Irlanda, aunque dicha disculpa no se hizo extensiva a otros países.
En cualquier caso, fue el
primer papa en pedir disculpas directas a las víctimas, pues se cree que el
anterior Juan Pablo II, conocía muchos de estos asuntos y no hizo nada, o miró
para otro lado, como sucediera con el caso de Marcial Maciel, fundador de los
legionarios de Cristo. Varias denuncias surgieron, pero el canonizado Papa Juan
Pablo II, dio la cara por él, negando las acusaciones. Años después el mismo
Marcial Maciel, aceptó su culpabilidad, incluso reconoció varios hijos que
nacieron de chicas a las que abusó sexualmente. Maciel, murió poco antes de que
la justicia tomara alguna medida contra él.
Pero a estas alturas se
cuentan por decenas de miles los casos en todo el mundo y la gran mayoría de estos
abusadores simplemente fueron trasladados, como medio de poner tierra por medio,
y muy pocos fueron denunciados ante las autoridades, en los últimos tiempos, el
último papa parece intentar dar un giro y hacer una limpieza. Lamentablemente
se sabe que muchos de estos abusadores han muerto sin pagar por ello. Sin
contar la posibilidad de que estos actos no solo se hayan dado en este siglo
XX, sino en años y siglos pasados. Todo esto ha resultado en un mal testimonio,
que ha alejado a muchas personas de la religión en general.
¿Cuál es la causa por la que
se dan estos hechos? ¿Por qué tantos casos entre miembros de la iglesia y no en
otras? Por supuesto como hemos apuntado antes, en casi todo estamento, sea
religioso o seglar, ha habido personas con tendencias depravadas que de alguna
manera han utilizado su posición de confianza y poder, para cumplir sus más
repelentes prácticas. Algunas minorías religiosas también han padecido esta
lacra, pero se trata por lo general de grupos sectarios, cuyos líderes, de
manera descarada han abusado de feligreses o seguidores, incluso prescribiendo
religiosamente dichos actos, pero no hablamos aquí de esto, pues no hay nada en
la enseñanza católica que permita esta conducta. También se han conocido hechos
vergonzosos de este tipo entre monjes budistas, pero desde luego, muy lejos de
las cifras de la Iglesia. Lo mismo podemos decir de la iglesia ortodoxa, donde
han salido a la luz sucesos similares en orfanatos, pero con menos repercusión.
La confesión que más casos tiene, aparte de la iglesia católica, es la iglesia
anglicana, en la que también se sabe de vicarios pedófilos, tanto en
Inglaterra, como en Canadá. El propio arzobispo de Canterbury tuvo que dar la
cara y pidió perdón a todos por dichos abusos, pero de nuevo hablamos de casos
aislados y escasos, comparada con los descubiertos en la iglesia de Roma. En
otras confesiones, si bien se sabe de episodios de abusos, son escasos y estos
elementos suelen ser rápidamente removidos, por ello es difícil documentar
casos en otro tipo de organizaciones religiosas.
Los datos que ofrecen los
estudios, indican dos campos donde estos hechos se dan más, uno es el gremio de
profesores deportivos y otro, el de sacerdotes católicos. Se entiende que en el
primer campo, el de los profesores deportivos, suele ser por el hecho de que tener
contacto con niños y jóvenes, es una profesión que puede atraer a este tipo de
depredadores sexuales, algunos de los cuales ven en esa labor, una oportunidad
de acercamiento a sus pervertidos deseos y, por supuesto no podemos juzgar que
el ser profesor de gimnasia tenga explícito tener esa tendencia, sino al revés.
Pero en el caso de personas religiosas, hablamos de una labor sacrificada, que
conlleva años de preparación y una vocación especialmente fuerte, no podemos
aplicar la misma eventualidad que en el caso de los maestros, porque
difícilmente un pederasta querrá efectuar toda esa preparación y sacrificio,
solo para que casualmente lo manden a un orfanato o tenga bajo su tutela un
grupo de monaguillos. Por lo tanto, se debe encontrar otra razón o explicación al
porqué de esta proporción tan notoria de sacerdotes pedófilos. En primer lugar,
podemos decir que todo apunta a una de las medidas más extremas de la Iglesia
católica: El Celibato.

No se mencionan los nombres de las esposas de los apóstoles, pero este
texto deja caer que las tuvieron. Con respecto a Cefas o Pedro, se dice que su
suegra ministró a Jesús, posiblemente su esposa también haya sido una de las
primeras seguidoras.
No se encuentra en la Biblia
la prohibición de permanecer solteros en el caso de presbíteros, ancianos,
obispos y otros cargos, al igual que los diáconos, ni a ningún tipo de
cristianos, enviados o miembros base. En Pablo encontramos quizá uno de los
pocos casos que parece indicar que permaneció soltero o al menos viudo, en todo
su ministerio, pero aún así, deja claro que no era una obligación, ni para él
ni para nadie, por eso escribió: digo a los no casados y a las viudas: os es bueno permanecer así como yo. Pero
si no tenéis autodominio, casaos, porque mejor es casarse que estar encendidos en
pasión.(1 Corintios 7:9,10)
Esto apunta hacia una de las
cuestiones que muchos hombres que han abandonado el sacerdocio han expresado, lo
definitivamente anti natural que es limitar el deseo común de una persona, como
puede ser el comer o beber, en este caso, el sexo, (que no el desenfreno, ni la
inmoralidad), estas son cosas que nada deben estorbar el servicio o trabajo de
pastorear a los feligreses, ni siquiera la excusa de la carga económica que
supondría para la iglesia mantener a familias de sacerdotes, justifica tal
limitación, visto que en otras confesiones, los vicarios o clérigos se casan y
además son asalariados. Hay un detalle en las palabras escritas en una carta
del apóstol Pablo, donde incluso directamente se hace una crítica profética al
celibato obligatorio, veamos: la expresión inspirada dice definitivamente que en períodos posteriores
algunos se apartarán de la fe, prestando atención a expresiones inspiradas que
extravían y a enseñanzas de demonios, por la hipocresía de hombres que
hablan mentiras, marcados en su conciencia como si fuera con hierro de
marcar; que prohibirán casarse, y mandarán abstenerse de alimentos
que Dios creó para que participen de ellos con acción de gracias los que tienen
fe y conocen la verdad con exactitud. La razón de esto es que toda
creación de Dios es excelente, y nada ha de desecharse si se recibe con acción
de gracias, porque se santifica mediante la palabra de Dios y oración (Primera
Carta de Pablo a Timoteo 4:1-5)
Y
se sabe que durante los siguientes siglos nada hubo de esto, salvo en casos
como los seguidores de Marción, algunas sectas gnósticas y algún que otro grupo
ascético, pero por lo general, no existían prohibiciones explícitas de
matrimonio para ningún tipo de cristiano o cristiana.
Fue uno de los primeros en
llamarse “Papa”, Siricio de Roma, quien decretó que ciertos clérigos, sobre
todo los monásticos permanecieran célibes. Pero aún así, aquello se tomó como
un consejo, pero no como una obligación. Durante los siguientes seis siglos,
muchos sacerdotes, obispos, incluso papas, se casaron. Como ejemplo tenemos a
Felix III, descendiente de otro anterior papa Gregorio I, que además tuvo al
menos dos hijos; Hormisdas, con un hijo, que con el tiempo también llegó a ser
papa, Silverio en el 536 también estuvo casado; Adriano II en 867, también se
le conoce una hija. Bien es verdad que algunos de estos estuvieron casados y
fueron padres antes de su pontificado, pero no era una exigencia que su esposa
viviera o no.
Fue en el II concilio de
Letrán, en el año 1139, cuando se establece de forma definitiva el celibato en
toda la jerarquía católica. Convocado por Inocencio II principalmente para
condenar a otro aspirante al papado, Anacleto II, se tomaron decisiones con respecto
al soborno, simonía y, contra el casamiento de ministros de la iglesia se
dictaminó lo siguiente:
La
condena y persecución de los matrimonios y concubinatos de los sacerdotes,
diáconos, subdiáconos, monjes y monjas (Letran
II, Cánones 6, 7 y 11).
Aquello
significó que a partir de entonces, todo aquel sacerdote, clérigo o monja que
quisiera casarse y tener familia debía abandonar los hábitos. Cuando en el
siglo XV el protestantismo se abrió camino, lo primero que Lutero y sus
compañeros hicieron fue romper ese celibato, casándose.
Las decisiones de Letrán
significaron la descalificación como tales de muchos clérigos, pero también que
otros tuviesen relaciones con mujeres a escondidas, situaciones que llevaban a
curiosas relaciones secretas, incluso entre monjes y monjas de monasterios
cerrados, donde se encontraron pasadizos secretos, que comunicaban ambos lados.
Se sabe incluso de algunos papas, como Inocencio VIII en 1484, su sucesor
Alejandro VI, y otros, que tuvieran hijos ilegítimos. Se conocen hasta cuatro
en el caso de Pablo III, de la famosa familia Farneso de Italia, impulsor del
primer índice de libros prohibidos. Su depravación llegó al extremo, que siendo
ya cardenal, tuvo relaciones incestuosas con Julia Farneso, una de sus hermanas, incluso
con su primera hija ilegítima, Constanza. Este mismo papa que excomulgó a
Enrique VIII, por divorciarse de su esposa, tuvo varias amantes y, con una de
ellas, una noble romana, tuvo otros tres hijos. Algunos afirman que
posiblemente fue asiduo de prostitutas, incluso proxeneta, aunque no está claro
cuando dejó toda esa vida disoluta si lo hizo antes de tomar la consigna papal
o simplemente nunca. La enciclopedia católica, que oculta algunos hechos
relevantes de la vida de Pablo III, lo califica de esta manera: Él tuvo sus fallas; pero éstas sólo lo
lastimaron a sí mismo. Los quince años de su pontificado contemplaron la
completa restauración de la fe y piedad católica. Fue sucedido por muchos
santos pontífices, pero ninguno de ellos poseía todas sus imponentes virtudes. (Enciclopedia Católica entrada: Pablo III Alessandro Farnese)
Afirmar que sus pecados o
fallos solo le dañaron a sí mismo, es una manera un tanto cínica para definir a
una persona alejada de lo que predicaba. Un hombre, que bajo la ley del
celibato, practicó toda clase de desenfreno, que en gran parte ha quedado
oculto. Y este es el resultado de tal restricción, hombres y mujeres con
necesidades naturales, privados de ellas, que en determinados momentos cuando
nadie les podía señalar, han abusado ocultamente de otros.
Con esto no intentamos
justificar este tipo de abusos que han salido a la luz hasta el siglo XX.
Tampoco significa que no los haya habido en otras épocas, muy posiblemente,
pero si fue así, estas quedaron impunes. Pero nos ayuda a entender por qué
ocurre tanto entre los católicos.
Otra costumbre que quizá
tenga que ver con estos nefastos hechos, es la utilización de niños,
(monaguillos), que atienden al sacerdote. La costumbre de utilizar acólitos al
servicio de obispos se inició en tiempos de Novaciano allá por el año 251, se
trataba de una evolución de las instrucciones dadas por Ignacio de Antioquía, acerca
de la labor de los diáconos o siervos ministeriales, que en los primeros
tiempos eran hombres maduros que aspiraban a ser presbíteros, ancianos y más
tarde obispos. Ignacio dio instrucciones para que estos sirvieran a los obispos
en su labor de organizar las congregaciones. Pero en aquellos tiempos, ese tipo
de puesto desde luego no lo ocupaban niños, quizá como mucho, jóvenes menores
de veinticinco años.
Desde el siglo III, a estos
ayudantes ya no se les exigía experiencia o madurez y se les conoció como acólitos,
rebajando la edad de su servicio a jóvenes mayores de 16 años. Es difícil
conocer desde cuando se inicio la costumbre de utilizar a niños menores de 15.
El primer caso conocido fue el de Doménico Savio, un jovencito italiano, quien
en 1847, con tan solo seis años, es llevado por su madre a la iglesia local,
cuyo párroco, Juan Zucca, ve una gran ventaja por su estatura y lo considera el
monaguillo ideal. Se ve que hasta ese
tiempo, los monaguillos eran adolescentes mayores de 15 años y más altos. De
hecho, a este joven que murió prematuramente con 17 años, lo consideran un
santo.
Desde entonces se fue
reduciendo la edad de los acólitos y con el tiempo se les conoció con el nombre
de “monaguillos” y Doménico Savio (Santo Domingo, en español), se convirtió en
el patrón de los monaguillos. Pero esta costumbre sin duda, con la mejor
intención de ayudar a los niños a valorar el servicio a Dios, ha puesto en
contacto a inocentes y sumisos niños, ante depravados incontrolables. A muchos
de estos jovencitos violados, en la mayoría de los casos varones, les ha
costado años poder hablar y delatar los abusos, por la vergüenza y el temor. Por
otro lado, el que por lo general, orfanatos y colegios internos hayan sido dirigidos
tradicionalmente por monjas y sacerdotes, también ha sido otra circunstancia
aprovechada por los pederastas.
Esto corrobora la tesis de
que el celibato obligado, provoca que algunos desfoguen ese impulso sexual en
los más débiles y lo hagan bajo el amparo del poder, el secretismo, la posición
o el respeto que se les debe, pues es la única diferencia que existe entre las
iglesias ortodoxa, anglicana y protestante, frente al catolicismo, aquellas no
practican el celibato. Por supuesto que el que un sacerdote esté casado no
impide que si tiene tendencias depravadas abuse también, pero es seguro que posiblemente
un sacerdocio en el que se permitiera el matrimonio, hubiese impedido gran
parte de esos daños.
El nuevo papa, Francisco,
busca limpiar a la iglesia de tanta mancha, eliminando esa secreta clausula de
ocultación, afirmando que ha declarado la guerra a esa lacra. Pero lo hace cara a la galería, sin anular
una de las causas y sin eliminar las condiciones que llevan a esto, siendo esto así, dudamos
que se logre erradicar definitivamente
esta terrible y dañina costumbre.