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ISBN OC : 978-84-9981-705-7
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Verdadero origen de las hogueras de San Juan

Las llamadas fiestas de las hogueras de San Juan, según algunas tradiciones proviene de la celebración del nacimiento de Juan el Bautista, seis meses antes de la navidad.  Fecha atribuida, no por las escrituras bíblicas, donde no se menciona la fecha, si no por la conclusión de que nació seis meses antes de Cristo y por tanto si Jesús nació un 25 de diciembre Juan los hizo un 25 o en este caso, 24 de Junio. 

En primer lugar diremos que, por supuesto la Biblia no afirma que Jesús naciera en tal fecha, eso fue establecido siglos después, por tanto la decisión de establecer la navidad también afectó a la fecha de nacimiento de Juan. Es verdad que en las escrituras se indica que Juan el Bautista nació seis meses antes, pero muy posiblemente eso sucediese en otro momento del año. Por indicaciones textuales del evangelio de Lucas, la época cuando se le anunció el embarazo de su esposa, este estaba de servicio en su correspondiente tiempo (pertenecía a la sección de Abías, correspondiente a la segunda semana de mayo). Nueve meses después nos lleva a febrero-marzo. 



Otra tradición errática es afirmar que Zacarías el padre de Juan celebrase su nacimiento, y menos que mandase a realizar una hoguera para aclamar al mundo el nacimiento de su hijo. Solo se menciona en el evangelio de Lucas, el momento de realizar la ceremonia de la circuncisión del niño, que era cuando se le ponía tradicionalmente el nombre, y se dice que en ese momento el padre, que había perdido la voz, la recupera y profiere unas bendiciones, y algunas palabras proféticas, pero nada menciona el evangelio sobre celebraciones posteriores o anteriores, ni estaba entre las tradiciones judías hacer fogatas u hogueras para celebrar el nacimiento de nadie, ni siquiera los reyes lo hacían en Israel de la antigüedad. 

Sin embargo ese detalle de la hoguera de Zacarías, es el que recogen casi todas las fuentes que intentan explicar los orígenes de estas fiestas, la razón por la que fueron cristianizadas y el origen de las fogatas. Por más que se intente buscar de dónde proviene el pasaje donde Zacarías manda a realizar una hoguera para celebrar el nacimiento de su hijo, no se encuentra en ningún escrito.  Sencillamente unos y otros han ido pegando y copiando, sin investigar o profundizar nada sobre el asunto. Sucede a menudo, sobre todo cuando se intenta justificar algo y se da por sentado que si lo dice un experto, en este caso un sacerdote o teólogo, sabrá mejor que nadie sobre el asunto. 

Por tanto, importante es aclarar que ni siquiera en el apócrifo evangelio de los hebreos ni en el de los nazarenos aparecen citas que relaten ese acto de realizar una hoguera. No lo mencionan, ninguno de los escritores posteriores, como Ireneo, Orígenes, Tertuliano, ni posteriores a la implantación del cristianismo y la sustitución del paganismo o de las fiestas paganas por las cristianas, como Agustín, Eusebio de Cesarea o Jerónimo. Tampoco hace referencia a ese hecho la enciclopedia católica, donde se limita a explicar lo poco que menciona el evangelio de Lucas sobre su nacimiento. 

Todo esto nos lleva a la conclusión de que alguien con una intención clara de justificar algo, se inventó esa cita y la ha hecho circular, de manera que hasta las más prestigiosas revistas, periódicos y libros han mencionado ese relato como si fuese un relato bíblico, cuando no lo es. Por increíble que parezca, no hay manera de demostrar fehacientemente quien fue, pero más tarde aclararemos el posible origen de tal leyenda.

Dicho esto, diremos que para explicar el origen de esta fiesta, nos tenemos que remontar a la mas temprana antigüedad donde encontramos rituales relacionados con el solsticio de verano, o que simplemente se llevaban a cabo para celebrar el final de la primavera, en casi todas las civilizaciones del hemisferio norte. 


En realidad se trata de numerosos ritos supersticiosos relacionados con el deseo de un buen verano, las cosecha, el final de la época lluviosa, los cambios de ciclos.  Se han encontrado indicios de que más de tres mil años antes de Cristo, coincidiendo con el solsticio el día 21 de junio, ya se celebraba en el hemisferio norte ya había celebraciones muy parecidas a la de la actual Noche de San Juan en la que las hogueras eran las protagonistas. De hecho en el folclore antiguo era una de las mayores fiestas mágicas del año. Se conoce también una celebración similar en el hemisferio sur, cuando ocurre a la inversa, el otoño da paso al invierno. Por eso, los incas tenían la fiesta de Inti Raymi, que hacían en honor al dios Sol Inti y que marcaba la llegada del solsticio de invierno, lo cual demuestra que todas la fiestas de esa época estaban relacionadas de alguna manera con la adoración al sol. 

Se dice que en lugares solitarios hay tesoros ocultos esperando al afortunado buscador. Las varitas de los zahoríes se deben de cortar ese día. Las hierbas medicinales reciben facultades inusuales de curación, que retienen si son arrancadas la noche de la festividad. Los druidas concedían gran importancia al sol y también incluyeron rituales con fuego en el día más largo del año.

Algunos hacen referencia a una tradición curiosa donde se afirma que nuestros antepasados creían que el sol estaba enamorado de la Tierra, y que cada año, justo el 21 de junio, se negaba a abandonarla. Para homenajear la relación se festejaba y se encendían hogueras.

También hay quien apunta a los celtas como a los creadores de esta tradición. Se dice que durante el solsticio de verano, este pueblo encendía grandes hogueras para buscar la bendición de sus tierras y asegurarse de que estas daban fruto suficiente para alimentarse. Además, a través del fuego pedían a la divinidad un futuro próspero para las parejas de enamorados y fertilidad para las mujeres. 

Se dice que por ello saltar por encima y pedir algún deseo tiene que ver con esa idea supersticiosa de dar al sol fuego para que no se retire, a cambio este nos concedería ese deseo. Otras tradiciones apuntan a que ese día es bueno quemar lo malo, muebles viejos y otras cosas inservibles para cambiar y espantar malos espíritus. También se fueron añadiendo tradiciones, como la quema de muñecos que representan al mal, baños de medianoche en las playas, quema en Alicante de ninots.

En el norte de África, Marruecos y Argelia, también se hacen hogueras en las plazas de los pueblos, donde se queman los males augurios y es una fiesta relacionada con le fertilidad. En Algunos países nórdicos se celebra el Midssummer, donde lo común es colocar un palo vertical con punta, llamado Maypole, una especie de figura fálica y todos bailan alrededor del monumento el vodka y otros licores se consumen en cantidad y sin límite. Esa fiesta tenía relación con ancestrales fiestas fálicas vikingas. 

En Galicia, se hace mención a las meigas, que realizan conjuras con las llamas y con ello libran al pueblo de maldiciones. En La Coruña, que curiosamente esa fiesta se da en honor a la virgen del Rosario, existen distintos rituales mezclados con tradiciones mágicas o esotéricas, como el ritual de las flores espanta brujas, cuando las mujeres que vuelven del mercado portan un curioso y llamativo ramo de flores y plantas silvestres, donde malvarrosa, artemisa, espadaña, fiuncho, bieiteiro, se entremezclan con ramas de hierbas aromáticas, como malvavisco, orégano, torvisco, o hierba de Santa María, formando un curioso ramo, que según la tradición servirá, una vez macerado en agua, dejado al rocío de la noche y tras las correspondientes abluciones al despertar el día 24, para supuestamente preservar de cualquier mal, tanto del cuerpo como del espíritu y a la vez, para proteger de cualquier maleficio de las meigas. 


No se sabe exactamente cuando se cristianizó la fiesta, pero el caso es que incluso se cambió a la fecha actual del 24 de Junio, en lugar del original 21. Por supuesto, probablemente fue cuando se estableció que el día 24 sería el del nacimiento de Juan el Bautista y cuando se introdujo la mentira sobre el ritual que su padre mandó realizar. Se dice que para el siglo IV, cuando se estableció la fecha del 25 de diciembre para el nacimiento de Cristo, también se hizo lo suyo con el 24 de junio para el de Juan el Bautista. Sin embargo, no hay referencia alguna a que por esa época se establecieran celebraciones especiales en honor al bautista. Los romanos celebraban el día de Diana, la diosa romana de la luna, curiosamente se celebraba que, a partir de ese día, ella triunfaría sobre el sol, pues después del día más largo, estos se acortarían y la luna o la noche triunfaría. Así, en realidad,  la festividad de Juan vendría a suplantar a la de Diana.

Pero los rituales alrededor del sol y festejados en el solsticio de verano, no tenían inspiración griega o romana, sino que estaba en casi todas la civilizaciones euroasiaticas, como ya vimos. En muchas de ellas se llevaban a cabo rituales de purificación con el fuego, espantar malos espíritus, hacer votos para la fertilidad. 

Tenemos que irnos al siglo XIII, por el tiempo de Tomas de Aquino y su idea de un purgatorio, y a las primeras quemas de herejes por parte de la inquisición, para encontrar las primeras referencias a esa historia del fuego de Zacarías. El fuego llegó a significar el castigo eterno que Dios tenía preparado para los malos y luego la purificación del alma para los buenos era el purgatorio. Por tanto, para purificarse del mal debían saltar por el fuego del infierno, quemar todo lo malo y con ello se inventó la leyenda de la hoguera de Zacarías, que incluso algunos dicen que el propio Zacarías saltó, con cerca de 90 años. Una muy mala adaptación para purificar una fiesta pagana por excelencia. 


En realidad hoy día, esta fiesta, lejos de purificar y de librarnos de lo malo, solo sirve de pretexto para la jarana, para la borrachera, y en los lugares de costa, para lanzar al mar más basura de la que normalmente se lanza todos los días. Nos recuerda también que los humanos con tal de divertirnos, aprovechamos cualquier ocasión, sin importar el sentido o a quien invocamos y sobre todo el daño ecológico que significa quemar toneladas de madera, papel y plástico con la cantidad de monóxido de carbono y Co2 que expulsamos esa noche a la atmósfera y la suciedad que dejamos esparcida al día siguiente.




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