Vamos
a hablar de una curiosa celebración primaveral, una fiesta
tradicional valenciana que, por alguna razón, se ha ganado la
protección de ser una fiesta de interés cultural por la UNESCO, que
la ha constituido como “Patrimonio cultural inmaterial de la
humanidad”. Una protección que se otorga a fiestas de gran arraigo
popular por su vistuosidad y popularidad.
Hablamos de las Fallas
valencianas, un curioso evento en el que en un día se queman
inmensas estatuas de material inflamable, que incluye “ninots” o
muñecos satíricos que representan acontecimientos de la actualidad,
sea políticos, deportivos o de otra índole popular, construidas
durante todo un año y que junto a los petardos, hacen del fuego el
principal protagonista.
¿Qué
origen tiene esta peculiar fiesta?
Falla,
es una derivación de la palabra latina Fácula, que significa
antorcha. Así una falla en dialecto valenciano era una antorcha
utilizada para alumbrar. Pero también se utilizaba esa palabra
“falla”, para hacer referencia a las antorchas que se encendían
en momentos de celebración para hacer arder hogueras. En el siglo
XVI, el término derivó en el fuego que se hacía en el suelo, como
centro de reunión o las hogueras que se encendían en determinados
momentos, como los rituales previos al equinoccio de primavera.
Por
otro lado, debemos remontarnos a la antigüedad ancestral para ver el
origen de las hogueras festivas en Valencia. En la zona de Valencia
era común la celebración mágica del fuego, para el equinoocio de
primavera, entre el 19 y 21 de marzo. Se dice que se solían hacer
para apaciguar a los dioses o para acercarse a ellos. Se hacían
hogueras o piras, donde se echaba a arder todo lo malo, similares a
las que se hacían para iniciar el verano, el 24 de Junio. El fuego
tenía diversos significados, la llegada de la luz más
prolongadamente, la luz del fuego simboliza esa protección que aleja
la oscuridad siniestra del invierno. Con la llegada de la
cristiandad, aquellas viejas costumbres se intentaron erradicar,
siendo consideradas heréticas, perseguidas fueron durante el inicio
de la inquisición de Inocencio III, en el siglo XII pues se consideraba una
celebración pagana.
Sin
embargo, se mantuvo durante siglos esa costumbre, tanto es así que
en el siglo XVIII el Diario de Valencia, fechado en marzo de 1792,
recoge la queja de un vecino, lamentándose de la poca veneración
que se tenía por San José y los dañosos excesos que se comenten en
su víspera y día, haciendo referencia a la costumbre de las
hogueras del equinoccio primaveral.
Por
otro lado, los campesionos de la huerta valenciana, tenían una
ancestral costumbre arraigada relacionada con los “Stots”,
palabra que proviene del latín stipes, que significa palo, tronco de
árbol y que con el tiempo hacía referencia a los espantapájaros
con forma humana, estos utilizaban dos stipes para la creación de un
muñeco en forma de cruz y que después era quemado, cuando los
convertían en Stot Fel como parte de las vísperas de la primavera,
para pedir la bendición de los campos.
Se
dice que los gremios de carpinteros tenían por costumbre quemar
hogueras con los restos, virutas y trozos inservibles, para celebrar
la primavera, algunos afirman que en honor a su patrón San José.
Pero eso fno fue así, pues realmente los gremios de carpinteros no
celebran tal día de San José, pues consideraban como su patrón a
San Lucas, que se celebraba en octubre. Fue a raíz de que la iglesia
intentase poner fin a los rituales paganos de las quemas o fallas
previas al inicio de la primavera, que estos fueron obligados de
alguna manera a aceptar a San José como su patrón, esto llegó
hasta el siglo XIX.
También
fue por el siglo XVIII que se empiezan a notar ciertas quemas rituales
en muchas ciudades y aldeas valencianas, como la costumbre de quemar
ninots o muñecos satíricos, que representan a personajes a los que
la gente rechaza o pretenden señalar por sus malas acciones contra
el pueblo. Todo esto se hizo coincidir aproximadamente para princpios
del siglo XIX, más concretamente en la segunda década, con la
inquisición aún en vigor, cuando la iglesia en su afán por
erradicar la hereje costumbre de las fallas de Stots y ninots,
intenta implantar que el día dedicado a San José se efectúen
hogueras donde se quemen Stots y ninots, en honor a San José, e
invita a los carpinteros a unirse a la celebración y la llamada
cremá, cambiando de santo patrón. El caso es que décadas después
fueron eliminados los gremios de carpinteros, pero se siguió con la
costumbre de las hogueras.
No
obstante, hubo prohibiciones de hacer quemas o fallas en las calles o
plazas estrechas, lo cual indica que aún no tenían la connotación
de fiestas importantes hasta casi finales del siglo XIX. Por ejemplo
en 1870 y hasta 1885 se persiguió duramente los festejos populares,
como los carnavales y las fallas. Fue en 1885 cuando surge un
movimiento que defiende la las fallas, y busca que se convierta en
fiesta oficial. Hasta cierta revista dio inicio a una especie de
competición para premiar al mejor ninot. Esto dio origen al
nacimiento de la falla artística, se fue abandonando la costumbre de
quemar stots y se pasó a tallas de madera, que después eran
quemadas, salvándose la ganadora. En 1901 el ayuntamiento se unió
al concurso y se encargó de dar los premios. Pero no fue hasta 1932
que se instauró la semana fallera, convirtiéndose en la fiesta
mayor de la comunidad valenciana, coincidiendo con el día de San
José que se convirtió en el patrón de la fiesta, hasta el grado de
llamarla en algunos ambientes, como las fiestas josefinas.
Por
tanto, como tantas fiestas, mantienen su raíces en tradiciones y
ritos ancestrales en honor a dioses primaverales, pero con el tiempo
la iglesia las santifica de alguna manera, convirtiéndolas en
fiestas casi religiosas, aunque no deja de ser un momento para la
jarana, el júbilo y el libertinaje, oculto bajo los petardos, las
hogueras y las quemas de muñecos satíricos.
Otro
dato curioso es la evolución de la propia quema, antes mencionamos
los sencillos Stots, o los primeros ninots que nada tienen que ver
con las majestuosas construcciones de hoy día, que incluyen hasta 60
ninots diferentes cada una. Y se habla de una 700 fallas grandes y
otras 350 más pequeñas o infantiles. En realidad existen hasta 18
categorías de fallas. Algunas son obras maestras del diseño y dan
trabajo a una importante comunidad de artesanos, son miles las
familias que viven en torno a estas fiestas y mueve millones de euros
al año. Por lo general se forman agrupaciones para poder realizar
una falla, pues el coste de elaboración es enorme, algunas pueden
costar en torno a los 100.000 € lo cual no es un desembolso que
cualquiera se puede permitir. El record en coste lo ostentan algunas
monumentales fallas de más de 25 metros, con un coste cercano a los
900.000€.
El
tema de la contaminación por humos, es otro asunto a tener en
cuenta, pues si bien en sus orígenes, las primeras fallas las hacían
de vituras y restos de madera de las carpinterías de la zona y sustentadas en arcilla, luego se pasó
al papel y al cartón, pero últimamente la fallas más grandes y
emblemáticas son realizadas con poliestireno expandido, poliespán o telgopor, el famoso
corcho blanco, un material plástico derivado del petroleo con
sustancias químicas altamente tóxicas y por tanto mucho más
contaminante su combustión que el papel, cartón o madera. Añadiendo a esto la utilización de pinturas acrílicas, como las utilizadas en las pinturas de vehículos o en los hogares para conseguir colores brillantes, superficies impermeables y lustrosas, pero que en su combustión al fuego, sueltan en el humo sustancias muy tóxicas, como el acetato, cadmio, cobalto, formaldehído y tetracloruro de carbono, entre otras.
Si
tenemos en cuenta que hablamos de casi mil de estas obras ardiendo,
el efecto debe ser de gran envergadura, aunque aún no se ha medido científicamente. Es un
asunto que parece que las autoridades por fin tendrán en cuenta, y
desde el año 2019 se medirá científicamente la contaminación o el
efecto en la atmósfera y en el aire de la quema. Pero está claro que
aunque los científicos que elaboren el informe, indiquen los
peligros reales, la gente seguirá celebrando la fiesta, pues se
valorará, como siempre, el efecto económico de erradicar una
costumbre o ritual, por muy dañinos que sean para el medio ambiente.
Como todo en este mundo se valorará por el coste en dinero y no en
salud.
Si tenemos en cuenta que hablamos de casi mil de estas obras ardiendo, el efecto debe ser de gran envergadura, aunque aún no se ha medido científicamente. Es un asunto que parece que las autoridades por fin tendrán en cuenta, y desde el año 2019 se medirá científicamente la contaminación o el efecto en la atmósfera y en el aire de la quema. Pero está claro que aunque los científicos que elaboren el informe, indiquen los peligros reales, la gente seguirá celebrando la fiesta, pues se valorará, como siempre, el efecto económico de erradicar una costumbre o ritual, por muy dañinos que sean para el medio ambiente. Como todo en este mundo se valorará por el coste en dinero y no en salud.
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