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ISBN OC : 978-84-9981-705-7
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Origen de las Fallas de Valencia




Vamos a hablar de una curiosa celebración primaveral, una fiesta tradicional valenciana que, por alguna razón, se ha ganado la protección de ser una fiesta de interés cultural por la UNESCO, que la ha constituido como “Patrimonio cultural inmaterial de la humanidad”. Una protección que se otorga a fiestas de gran arraigo popular por su vistuosidad y popularidad. 


Hablamos de las Fallas valencianas, un curioso evento en el que en un día se queman inmensas estatuas de material inflamable, que incluye “ninots” o muñecos satíricos que representan acontecimientos de la actualidad, sea políticos, deportivos o de otra índole popular, construidas durante todo un año y que junto a los petardos, hacen del fuego el principal protagonista.



¿Qué origen tiene esta peculiar fiesta?



Falla, es una derivación de la palabra latina Fácula, que significa antorcha. Así una falla en dialecto valenciano era una antorcha utilizada para alumbrar. Pero también se utilizaba esa palabra “falla”, para hacer referencia a las antorchas que se encendían en momentos de celebración para hacer arder hogueras. En el siglo XVI, el término derivó en el fuego que se hacía en el suelo, como centro de reunión o las hogueras que se encendían en determinados momentos, como los rituales previos al equinoccio de primavera.

Por otro lado, debemos remontarnos a la antigüedad ancestral para ver el origen de las hogueras festivas en Valencia. En la zona de Valencia era común la celebración mágica del fuego, para el equinoocio de primavera, entre el 19 y 21 de marzo. Se dice que se solían hacer para apaciguar a los dioses o para acercarse a ellos. Se hacían hogueras o piras, donde se echaba a arder todo lo malo, similares a las que se hacían para iniciar el verano, el 24 de Junio. El fuego tenía diversos significados, la llegada de la luz más prolongadamente, la luz del fuego simboliza esa protección que aleja la oscuridad siniestra del invierno. Con la llegada de la cristiandad, aquellas viejas costumbres se intentaron erradicar, siendo consideradas heréticas, perseguidas fueron durante el inicio de la inquisición de Inocencio III, en el siglo XII pues se consideraba una celebración pagana.

Sin embargo, se mantuvo durante siglos esa costumbre, tanto es así que en el siglo XVIII el Diario de Valencia, fechado en marzo de 1792, recoge la queja de un vecino, lamentándose de la poca veneración que se tenía por San José y los dañosos excesos que se comenten en su víspera y día, haciendo referencia a la costumbre de las hogueras del equinoccio primaveral.

Por otro lado, los campesionos de la huerta valenciana, tenían una ancestral costumbre arraigada relacionada con los “Stots”, palabra que proviene del latín stipes, que significa palo, tronco de árbol y que con el tiempo hacía referencia a los espantapájaros con forma humana, estos utilizaban dos stipes para la creación de un muñeco en forma de cruz y que después era quemado, cuando los convertían en Stot Fel como parte de las vísperas de la primavera, para pedir la bendición de los campos.

Se dice que los gremios de carpinteros tenían por costumbre quemar hogueras con los restos, virutas y trozos inservibles, para celebrar la primavera, algunos afirman que en honor a su patrón San José. Pero eso fno fue así, pues realmente los gremios de carpinteros no celebran tal día de San José, pues consideraban como su patrón a San Lucas, que se celebraba en octubre. Fue a raíz de que la iglesia intentase poner fin a los rituales paganos de las quemas o fallas previas al inicio de la primavera, que estos fueron obligados de alguna manera a aceptar a San José como su patrón, esto llegó hasta el siglo XIX.

También fue por el siglo XVIII que se empiezan a notar ciertas quemas rituales en muchas ciudades y aldeas valencianas, como la costumbre de quemar ninots o muñecos satíricos, que representan a personajes a los que la gente rechaza o pretenden señalar por sus malas acciones contra el pueblo. Todo esto se hizo coincidir aproximadamente para princpios del siglo XIX, más concretamente en la segunda década, con la inquisición aún en vigor, cuando la iglesia en su afán por erradicar la hereje costumbre de las fallas de Stots y ninots, intenta implantar que el día dedicado a San José se efectúen hogueras donde se quemen Stots y ninots, en honor a San José, e invita a los carpinteros a unirse a la celebración y la llamada cremá, cambiando de santo patrón. El caso es que décadas después fueron eliminados los gremios de carpinteros, pero se siguió con la costumbre de las hogueras.

No obstante, hubo prohibiciones de hacer quemas o fallas en las calles o plazas estrechas, lo cual indica que aún no tenían la connotación de fiestas importantes hasta casi finales del siglo XIX. Por ejemplo en 1870 y hasta 1885 se persiguió duramente los festejos populares, como los carnavales y las fallas. Fue en 1885 cuando surge un movimiento que defiende la las fallas, y busca que se convierta en fiesta oficial. Hasta cierta revista dio inicio a una especie de competición para premiar al mejor ninot. Esto dio origen al nacimiento de la falla artística, se fue abandonando la costumbre de quemar stots y se pasó a tallas de madera, que después eran quemadas, salvándose la ganadora. En 1901 el ayuntamiento se unió al concurso y se encargó de dar los premios. Pero no fue hasta 1932 que se instauró la semana fallera, convirtiéndose en la fiesta mayor de la comunidad valenciana, coincidiendo con el día de San José que se convirtió en el patrón de la fiesta, hasta el grado de llamarla en algunos ambientes, como las fiestas josefinas.

Por tanto, como tantas fiestas, mantienen su raíces en tradiciones y ritos ancestrales en honor a dioses primaverales, pero con el tiempo la iglesia las santifica de alguna manera, convirtiéndolas en fiestas casi religiosas, aunque no deja de ser un momento para la jarana, el júbilo y el libertinaje, oculto bajo los petardos, las hogueras y las quemas de muñecos satíricos.

Otro dato curioso es la evolución de la propia quema, antes mencionamos los sencillos Stots, o los primeros ninots que nada tienen que ver con las majestuosas construcciones de hoy día, que incluyen hasta 60 ninots diferentes cada una. Y se habla de una 700 fallas grandes y otras 350 más pequeñas o infantiles. En realidad existen hasta 18 categorías de fallas. Algunas son obras maestras del diseño y dan trabajo a una importante comunidad de artesanos, son miles las familias que viven en torno a estas fiestas y mueve millones de euros al año. Por lo general se forman agrupaciones para poder realizar una falla, pues el coste de elaboración es enorme, algunas pueden costar en torno a los 100.000 € lo cual no es un desembolso que cualquiera se puede permitir. El record en coste lo ostentan algunas monumentales fallas de más de 25 metros, con un coste cercano a los 900.000€.


El tema de la contaminación por humos, es otro asunto a tener en cuenta, pues si bien en sus orígenes, las primeras fallas las hacían de vituras y restos de madera de las carpinterías de la zona y sustentadas en arcilla, luego se pasó al papel y al cartón, pero últimamente la fallas más grandes y emblemáticas son realizadas con poliestireno expandido, poliespán o telgopor,  el famoso corcho blanco, un material plástico derivado del petroleo con sustancias químicas altamente tóxicas y por tanto mucho más contaminante su combustión que el papel, cartón o madera. Añadiendo a esto la utilización de pinturas acrílicas, como las utilizadas en las pinturas de vehículos o en los hogares para conseguir colores brillantes, superficies impermeables y lustrosas, pero que en su combustión al fuego, sueltan en el humo sustancias muy tóxicas, como el acetato, cadmio, cobalto, formaldehído y tetracloruro de carbono, entre otras. 

Si tenemos en cuenta que hablamos de casi mil de estas obras ardiendo, el efecto debe ser de gran envergadura, aunque aún no se ha medido científicamente. Es un asunto que parece que las autoridades por fin tendrán en cuenta, y desde el año 2019 se medirá científicamente la contaminación o el efecto en la atmósfera y en el aire de la quema. Pero está claro que aunque los científicos que elaboren el informe, indiquen los peligros reales, la gente seguirá celebrando la fiesta, pues se valorará, como siempre, el efecto económico de erradicar una costumbre o ritual, por muy dañinos que sean para el medio ambiente. Como todo en este mundo se valorará por el coste en dinero y no en salud. 




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