Desde el seis hasta el catorce de Julio se celebran en Pamplona, España, las llamadas fiestas en honor a
San Fermín o Sanfermines, dicho más coloquialmente. Vamos a indagar en la
historia de este personaje por el que se hace esta mundialmente conocida
fiesta, célebre por sus emocionantes carreras de gente delante de enormes
toros. Lo que hay alrededor de la fiesta es toda una juerga donde el alcohol,
los excesos y la pérdida del pudor, la convierten en toda una bacanal de las
más populares del mundo.
Pero ¿quién fue Fermín de Amiens?
Fermín o Firminus, era hijo de Firmo, un senador romano de la provincia de
Pampaelo, (actual Pamplona). Firmo gobernó aquella provincia como alto
funcionario y representante del emperador Diocleciano en la zona. Firmo de Pampaelo se mantuvo leal al
emperador, pese a que se vivían tiempos convulsos en el imperio, rebeliones
en el norte y sobre todo en oriente, donde la protagonista era Zenobia de Palmira.
Diocleciano fue conocido también por ser un duro perseguidor del cristianismo. Este
emperador se hizo llamar dios, tal como ya lo hicieran algunos aberrantes mandatarios de la talla de Calígula. Diocleciano, muy astutamente difundió la teoría según la cual,
el emperador ocupaba en la Tierra el mismo lugar que el Sol en los cielos. Se
presentaba en las ceremonias revestido de oro y pedrería, coronado con una
diadema.
En ese ambiente se crio el joven
Fermín, feliz, protegido y seguro, en una tierra donde muchas celebraciones estaban
ligadas a las ancestrales fiestas paganas romanas. Entre otras, estaban las
Augustalias, celebradas del 6 al 12 de Octubre, estas eran dedicadas como su
nombre indican Augusto, y al parecer eran precedidas por una procesión en el
circo, donde a pie y probablemente, en carros y literas, se portaban las imágenes
de Augusto, las del emperador reinante, en este caso Diocleciano y otras
figuras célebres, como las de Júpiter. Los magistrados y gobernantes, como
Firmo su padre procesionaba delante, presidiendo los juegos que consistían
como era costumbre en lidias entre animales y gladiadores. También se
celebraban las ludis, los juegos de Apolo y otro tipo de festejos que en este
caso se celebraban entre el 6 al 13 de Julio. En estas ocasiones las autoridades para
satisfacer al populacho, ofrecían panem et circenses (pan y circo) al pueblo.
Sin embargo, aunque su valor como entretenimiento pudiera haber oscurecido su
sentimiento religioso en ciertos momentos, pero los ludi fueron entendidos como
parte de la adoración a los dioses tradicionales romanos, y por eso los líderes
cristianos aconsejaron a estos no participar en dichas fiestas.
Pronto Firmo y su familia darían un
cambio radical en su vida, se dice que en cierta ocasión, mientras se dirigía con su
esposa Eugenia y sus amigos los senadores Faustino y Fortunato, camino al
templo de Júpiter, situado en las inmediaciones de la actual catedral, a fin de orar según sus ritos y costumbres, se detuvieron al ver a un extranjero, de nombre Honesto, un misionero cristiano, que explicaba al pueblo la figura y doctrina de un personaje del cual nunca había oído hablar. Llamó su atención que
aquel extraño predicaba el rechazo al culto de los dioses tradicionales, algo
penalizado en aquella época, pero lo hacía no solo con vehemencia, sino con razonamientos sólidos. Tan elocuentes sonaron los argumentos
de aquel predicador a oídos de Firmo, que se acercó a este y se inició una
profunda e interesante conversación, lo que llevó a que pronto el senador aceptase el
cristianismo como religión.
Toda la familia se unió a estos y Firmo
tuvo que abandonar su cargo como senador. Poco después, el propio Fermín se bautizaba
como tal y toda la familia aceptó el cristianismo. El joven hizo rápidos progresos en su nueva religión y se convirtió
en un celoso luchador contra el paganismo reinante en su tiempo, rechazando la
adoración a los monarcas, las imágenes de estos y de los dioses romanos y por
tanto, evitando participar en sus fiestas.
Cuando apenas contaba con menos de
veinte años, ya tenía suficiente experiencia para ser nombrado misionero
itinerante acompañando a Honesto en sus viajes. Y a los veinticuatro años fue
ordenado obispo. Cuando contaba con treinta, decidió ir a la Galia para
predicar en diferentes lugares, primero en Aquitania, luego más al norte en
Agen, donde al parecer el paganismo estaba muy arraigado, y luchó para
constituir varias congregaciones cristianas en el lugar.
Por aquella época Valerio,
gobernador de los belovacos, perseguía a los cristianos y los martirizaba. Pero
Fermín, aun sabiendo esto, se dirigió a la ciudad de Beavais, capital de esa
región, dispuesto a defender sus creencias frente al paganismo. Nada más
llegar, inició su ministerio convirtiendo a muchos adoradores de Júpiter y buscando
apoyo para muchos cristianos perseguidos y encarcelados. Viendo su éxito y el
daño que hacía a las deidades locales, Valerio lo mandó encerrar cargado de
cadenas, ordenando que lo azotaran repetida y cruelmente. Pero ni por esas dejó
de predicar día y noche en las mazmorras donde fue llevado, convirtiendo a
muchos prisioneros e, incluso, a los carceleros. Muerto Valerio en una revuelta
militar y fallecido su sucesor Sergio por una infección, de alguna manera se
estableció una especie de amnistía y por ello Fermín logró de nuevo la libertad.
Finalmente se dirigió a Amiens, que en aquella época era conocida por el nombre
de Samaroviba, capital de Picardía. Pero fue allí donde un 10 de octubre del
año 298 Fermín es arrestado de nuevo, pero esta vez para no salir nunca más. Los
gobernadores Sebastían y Lóngulo decidieron tapar la boca a este elocuente
misionero.
En su juicio, celebrado en la sala
principal de juntas, se le acusó romper la siguiente ley: Los sacratísimos emperadores ordenaron que el honor y el culto de los
dioses fuesen observados por todos los pueblos y las gentes hasta los rincones
más lejanos del Imperio. Ellos dispusieron que las aras sagradas y los altares
fuesen venerados de acuerdo con las antiguas tradiciones y costumbres. Si
alguien atenta contra los decretos de los santísimos emperadores, se les debe
aplicar la pena capital según el decreto dado por los senadores y por los
príncipes de Roma.”
En su defensa Fermin declaró esto en
su juicio: Sin embargo, los dioses que
adoráis por ilusiones y fantasías de los demonios, son simulacros mudos, sordos
e insensibles que condenan las almas y a sus adoradores precipitan en lo
profundo de la tierra . Esto es lo que yo predico y con libertad denuncio
que son fabricación diabólica; digo a todos los pueblos y a todas las gentes
que los abandonen.
Inmediatamente
fue condenado a muerte y fue decapitado, enterrado su cuerpo en Amiens. Aunque corrió
el rumor que su cabeza no fue enterrada en ese mismo lugar, algo que no se
puede constatar. Pasaron siglos sin que se supiera más de aquel mártir, si bien
no se olvidó su paso por aquel sufrimiento. Pero el culto a san Fermín se
inició en Amiens, lugar de su martirio. La tradición nos cuenta del
descubrimiento de sus reliquias a comienzos del año 615, siendo trasladadas el 13
de enero de ese mismo año a la catedral de Amiens, bajo el pontificado de
Salvio. En el siglo XII, el culto al que ya se llamó San Fermín, adquirió gran
esplendor y popularidad en la ciudad francesa. Según las Actas de la
Iglesia de Amiens, este nuevo impulso se debió al obispo Godofredo, quien afirmó
ser protagonista de una serie de acontecimientos extraordinarios y que los
relacionó con el santo. Estas cosas sirvieron para colocar al santo en lugares
de devoción no alcanzados hasta entonces.
Sin
embargo en Pamplona no encontramos nada de su celebración hasta el año 1167, cuando
Pedro de París, que había conseguido la reliquia de la cabeza del mártir, elevó
el rango litúrgico de la fiesta de San Fermín, equiparándola a la de los
apóstoles. Parece que la devoción al santo extendida en aquel tiempo, habría
llegado de manos de los inmigrantes francos asentados en Pamplona. Su culto se
intensificó en el siglo XVII, especialmente cuando el clero secular lo
contrapuso a la devoción hacia san Francisco Javier, defendida por los
jesuitas. La lucha entre “ferministas” y “javieristas” quedó zanjada cuando el
papa Alejandro VII proclamó, el 14 de abril de 1657, a san Fermín y a san
Francisco Javier copatronos de la provincia española de Navarra. San Fermín, con
el tiempo también fue convertido en patrono de la diócesis de Pamplona. Las
fiestas dedicadas a San Fermín han sido celebradas en diferentes fechas a lo
largo de la historia: Por ejemplo, el día 13 de enero se recuerda el hallazgo
de sus reliquias, el día 25 de septiembre se conmemora su martirio y el día 10
de octubre se festeja su entrada en Amiens y su martirio. En la diócesis de
Pamplona se introdujo una nueva celebración en 1591 cuando el obispo del lugar,
Bernardo de Rojas y Sandoval, trasladó, a petición del pueblo, la fiesta del 10
de octubre al 7 de julio por ser más cálido el tiempo y para que coincidiera
con la feria de ganado, que cada año tenía lugar del 29 de junio al 18 de
julio. Y es este día, el 7 de julio, el más conocido por todos a pesar de que
no guarda ninguna relación con las fechas significativas de la vida de san
Fermín.
Por esa época se llevaban a cabo en
la ciudad de Pamplona, y durante la semana del 6 al 13 de Julio, unas ferias de
mercaderes y ganaderos que trasladaban sus mercancías y animales; aprovechando
para realizarse algunas corridas de toros, las cuales coincidían con los
festejos y procesiones de carácter religioso y con los institucionales
promovidos por el consistorio, que se componía de torneos de lanzas,
danzas callejeras y obras de teatro. Los famosos encierros que todos conocemos
se venían celebrando ya desde entonces y se realizaba como modo de entrada a
Pamplona de los toros de lidia que se llevaban para participar en las corridas
que se celebrarían durante los siguientes días. Los mozos de la población
salían a la espera de la llegada de los ganaderos, quienes llevaban a los
animales sueltos y los iban guiando corriendo junto a ellos ayudados de varas y
sus propios gritos y así conducirlos hasta los corrales, donde permanecerían encerrados
hasta el momento de la lidia. De ahí procede el nombre de encierros, desde 1591 se establecieron algunos detalles del festejo, como el pregón, el torneo de lanzas, teatros y comedias, y desfiles procesionales. El chupinazo, el canto "Pobre de mi" y otras costumbres se añadieron en el siglo XX.
Curiosamente, las corridas de toros
y ciertas festividades relacionadas, provienen de aquellos circos romanos,
donde se enfrentaban gladiadores ante animales salvajes, como leones, toros y
otras bestias. Y las fechas casualmente elegidas por el pueblo coincidían con
las “ludis”, o fiestas orgíasticas ancestrales romanas, dedicadas a los dioses
paganos, en los que la masacre de animales tmabién era común. Las mismas fiestas contra
la que Fermín luchó y los excesos contra los que él predicó, son los que ahora
forman parte intrínseca de su fiesta, y los mismos adornos con los que vestían
a los emperadores paganos a los que adoraban, son los que viste el adorado
santo.
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