Que es la muerte
El proceso de la
muerte es uno de grandes abismos a los que se enfrenta la humanidad, ha sido motivo
de estudios, consideraciones y discusiones a lo largo de los siglos, y si bien
sabemos que todos estamos abocados a ello y tarde o temprano nos llega ese
fatídico momento, no siempre hay acuerdo sobre en qué preciso instante se puede
decir que alguien está irreversiblemente muerto. En el mundo religioso
cristiano, prácticamente en el 99% de las religiones tienen en común la opinión,
de que la muerte se produce en el momento cuando el alma abandona el cuerpo
inerte y este deja de ser un ser vivo. La mayoría de iglesias protestantes y la
católica asumen como suya la idea clásica de un ente espiritual que habita el
cuerpo, que guarda nuestros pensamientos y personalidad y que asciende al cielo
o desciende a los infiernos, dependiendo de la clase de vida que haya tenido. Aparte
están los que aceptan la transmigración de las almas a través de otros cuerpos,
una especie de teoría de la reencarnación, pero sin el sentido dado por los
vedas o por el budismo. Pero ¿Qué es exactamente el alma?
La definición de alma
que hace la Biblia no se corresponde mucho con la doctrina común entre las
diferentes tendencias cristianas. Por ejemplo en el antiguo testamento, se
utiliza el término hebreo “Nefesh”,
que se aplicaba a la vida misma, sea humana o animal, a la sangre de un ser
vivo, sea humana o animal. Pero también se habla de la muerte del alma.(Números
6:6; Ezequiel 18:4; 1Reyes 19:4) Por otro lado, en un salmo cantado por los
judíos de la antigüedad se decía lo siguiente: no cifres confianza en los príncipes, ni el hijo del hombre, porque no
hay en él salvación, sale su espíritu, vuelve al suelo, en ese día perecen sus
pensamientos. Este poema, cargado
de realidad ante la corta existencia, muestra otro término, en este caso
“espíritu” (en hebreo “ruaj”). Este término, distinto de “nefesh” parece significar aire, aliento, respiración y es muy
posible que se refiera al aliento de vida que se afirma en el Génesis que el
creador insufló en el primer hombre para que llegara ser alma,(nefesh), viviente. Suena lógico, pues se
habla de un “espíritu” que sale de hombre al morir, y lo deja al mismo tiempo
sin pensamientos, pues estos perecen con la persona, no parece referirse por
tanto a un ente con personalidad o mente.
En otro poema hebreo, en este caso en el libro de Job, de nuevo se
hace mención de ese espíritu (ruaj),
cuando dice:
Si (Dios) fija su corazón en
cualquiera,
si el espíritu y aliento de
aquel él lo recogiera para si,
toda carne expiraría junta
y el hombre terrestre volvería
al mismísimo polvo.
(Job 34:14,15)
Esto viene a
ratificar la idea de que la muerte para el judaísmo, al menos anterior al exilio,
era la inactividad absoluta, el único sostenedor de la vida podía arrebatarla
tomando ese espíritu que no era inteligente, pero si capaz de mantener con vida
a la persona a través de la respiración. Incluso tenían un término común a
otras civilizaciones de alrededor la palabra, “seol” para referirse al lugar donde
se resguardaban los muertos y no hay mención de vida en el cielo o de actividad
más allá: Todo lo que tu mano halle que
hacer, hazlo con tus propias fuerzas, pues no hay trabajo, ni formación de
proyectos, ni sabiduría en el sepulcro (seol), al lugar donde tú estás yendo. (Eclesiastés 9:10) Por muy obvio
que suene esto hoy día, adquiere un significado llamativo, pues en todas las
naciones y todas las religiones de alrededor tenían una idea distinta del lugar
de los muertos. Tanto las culturas mesopotámicas, así como los sumerios,
hititas, fenicios, cananeos, incluso egipcios; todos los que podrían influir en
el pensamiento religioso hebreo, tenían en sus escritos religiosos o en su
mitología, la idea de un infierno, que si bien, no siempre era un lugar de
tormento, si lo pintaban como un espacio oscuro de lúgubres tinieblas donde no
hay descanso. En las tradiciones cananeas y mesopotámicas se habla de un guardián
o jefe, incluso una jefa de ese lugar, (Ereshkigal de los sumerios), que no
dejaba salir a quien entraba. En Egipto, el descenso al mundo inferior, era
como una especie de viaje donde atravesar diferentes pruebas y vicisitudes para
alcanzar la luz de la morada de los dioses, así al menos tenían escapatoria de
aquel lugar, pero también la persona podía acabar siendo arrojado a las fauces
de un monstruo (Leviatán), con cabeza de cocodrilo si no lograba superar la
prueba.
En cualquier caso, siempre había actividad o vida después de la muerte
para aquellas culturas que rodeaban a Israel. Pero eso no entraba en el
pensamiento de los judíos, previos al exilio, quienes entendían el seol como
lugar de de los muertos, símbolo de inactividad y vuelta al polvo. No fue sino
hasta después de su relación con el imperio persa, cuando se introdujeron
cambios y empezaron a teorizar sobre el más allá aceptando la idea dualista de
la vida y la muerte: En inmortalidad el alma del justo
gozará para siempre de felicidad, pero en tormento el alma del mentiroso sin
duda estará. Y estas leyes ha decretado Ahura-Mazda. (Gathas- Zaratustra). Así fue como en el judaísmo
posterior al exilio ya se conocían escribas o maestros que enseñaban cierto
dualismo entre el mal y el bien, el cielo y el infierno, y por tanto la idea de
la muerte tuvo otro sentido.
Pero fue sobre todo cuando
este se encontró bajo el mundo helénico que todo cambió. Precisamente tras las
guerras de los macabeos del siglo II AC, surgieron multitud de sectas o
escisiones en el judaísmo, entre las más conocidas estuvieron los esenios, que
se separaron por controversias con los macabeos por usurpar los puestos de
sacerdotes. Estos fueron partidarios de la esperanza mesiánica, si bien
hicieron mención de un antro tempestuoso y lúgubre lleno de castigo (seol,
infierno), también hablaban de una vida más allá del oceáno, un lugar jamás
afligido por la nieve, la tempestad ni por el calor intenso, un lugar calmo,
fresco, donde habitarían los justos, un paraíso, pero en la tierra. Por otro lado surgieron los fariseos o
hasidim, estudiosos que dieron una nueva interpretación a los escritos
antiguos, y que para el año 100 habían aceptado muchos preceptos helénicos,
como la inmortalidad del alma, la enseñanza del castigo y la recompensa
eternos, pero a la vez anunciaban una resurrección en el último día en el que
las almas de los buenos recibirían nuevos cuerpos, pero no cuerpos humanos
mortales sino un cuerpo inmortal, sin explicar de qué materia y dónde
habitarían. Por último, los saduceos, un grupo elitista que decían descender de
la línea sacerdotal, pero muy politizados, estos rechazaban la inmortalidad del
alma, la predestinación y la resurrección, tan solo se basaban en la ideología
original de la muerte como final mencionado en el Pentateuco.
Para los primeros
cristianos debió haber una idea de la muerte intermedia entre la que enseñaban
saduceos, fariseos y esenios. Si bien en el nuevo testamento se suaviza el
concepto de inactividad de la muerte al hablar de vida en el cielo, la
introducción de términos como “Gehena”, “Lago de fuego”, para los no salvados y
“Hades” para todos los demás, por otro lado, se habla de una recompensa de
rescate a la vida para los justos. Aunque es digno de notar que lograron
compaginar muy bien la enseñanza de la resurrección con la idea de vida en el
cielo en forma espiritual. Por eso mencionaron la resurrección en cuerpo
espiritual, el apóstol Pablo hablando de la muerte y la resurrección lo
describe así: “se siembra cuerpo físico,
se resucita cuerpo espiritual, asi como hay un cuerpo natural, también lo hay
espiritual” (1 Corintios 15:44). Pero
prueba de que no se refería a algo automático, ni que ese cuerpo espiritual
habitara el carnal y saliese de este al morir, es que al hablar de esa
resurrección la entendía para un futuro, en las cartas apostólicas se daba la
idea de una resurrección en el juicio final. De hecho, el mismo Pablo denunció
a aquellos que pretendían enseñar que la resurrección ya había acontecido, (2
Timoteo 2:17-19). La enseñanza de un alma inmortal no entraba en los preceptos
cristianos, seguían entendiendo la muerte como un estado de inactividad, aunque
el Hades (seol en hebreo, inferno en latín), era un lugar del que se podía
salir. Cuando se hace mención de Gehena, lago de fuego, o Tártaro, estos
nombres venían a simbolizar la destrucción completa y encierro eterno en la
muerte, que algunos iban a recibir. Solo el paso del tiempo hizo cambiar los
conceptos.
La filosofía griega
siempre ha aceptado la idea de un ente llamado psykjé, o alma que sobrevivía a
la muerte del hombre, como afirmaba Pitágoras, que migraba de un cuerpo a otro.
Tales de Mileto, quizás el filósofo más antiguo del que se tiene información aseguraba
que no solo los humanos tenían alma, sino los animales, plantas, incluso los
objetos o minerales tales como la magnetita por aquello de ejercer esa fuerza
de atracción hacia otros metales, demostraba tener un alma. Pero fue Platón de los
primeros en definir el “alma”, o psykjé en griego (nefesh en hebreo), como un
ente espiritual inteligente e independiente, al decir: El alma, ese
ente que se separa pura, sin arrastrar nada del cuerpo, se va hacia lo que es
semejante a ella, lo invisible, lo divino, inmortal y sabio, y al llegar allí
está a su alcance ser feliz, apartada de errores, insensateces, terrores, y de
todos los demás males humanos, para pasar de verdad el resto del tiempo en
compañía de los dioses”.
Un
ferviente seguidor de Platón fue el judío Filón de Alejandría, este desarrolló
la idea de la psykje, adaptándola al lenguaje del Antiguo Testamento. Pero para
ello tuvo que renunciar a la interpretación tradicional judía y mezclar las
expresiones nefesh y ruaj, como si de un mismo elemento se tratara. Así lo
expresa en su libro De opificio Mundi: ¿Qué
es el hombre? El hombre sensible e individual es un compuesto de cuerpo y alma,
es mortal por naturaleza, es hombre o mujer. Una combinación de substancia
terrestre y de soplo divino…. Pero el alma no viene de nada creado: es soplo divino
que ha salido de la naturaleza bienaventurada… De manera que el hombre en lo
visible es mortal y en lo invisible, según el pensamiento es inmortal. (De OpificioMundi –Filón de Alejandría p24).
Para compaginar la idea de muerte del alma
de la que se hace mención en la Biblia, aludía a una muerte simbólica. De esa
manera nefesh y ruaj llegarían por tanto a tener el valor de la psykje griega.
Y fue a partir de
Orígenes en el siglo III, quien teorizó sobre la trasmigración de las almas y
sobre todo desde Agustín de Hipona en el siglo IV, cuando la idea platónica del
alma, como ente espiritual pensante, entra a formar parte de la enseñanza
cristiana. También posterior al segundo siglo se fueron filtrando otras
nociones, como la del infierno de fuego. Si bien hubo complejas discusiones al
respecto, algunos no tuvieron reparos en absorber ancestrales enseñanzas sobre
el lugar de los muertos. Por ejemplo, Clemente
de Alejandría, influido por la idea del Hades helénico ya se postuló sobre un infierno
de fuego, donde los espíritus de difuntos injustos sufrirían. Orígenes trató de
dar al infierno un giro menos trágico al afirmar que los pecadores que
estuvieran en el infierno serían salvos con el tiempo. En esta idea lo
siguieron a mayor o menor grado, Gregorio de Nacianzo y Gregorio de Nisa.
Agustín puso fin a esos puntos de vista conciliadores sobre el infierno y de
manera rotunda se instauró la idea que hasta ahora mantiene la iglesia católica
y la gran mayoría de iglesias protestantes.
También a lo largo de
la historia ha habido otros que se han atrevido a tratar de esclarecer el
significado del alma. El filósofo judío Spinoza la definió como la substancia
divina que habita nuestro cuerpo. Otros, más racionalistas como Descartes la
define como cosa pensante, frente al cuerpo que solo siente. Nietzsche, como la
voluntad interna del hombre que siempre busca el poder. Freud, la definió como
la diferencia entre el yo y el “super yo”, aplicando el término alma a esto
último, como un ente que está por encima de nosotros mismos y del cual no
siempre estamos conscientes, solo cuando logramos vernos desde fuera. Hubo algunos
como Hubbard, fundador de la cienciología que llegó a asegurar que podría
lograr descubrir el centro donde habita el alma, tocarla, medirla y conocerla a
fondo. Otros, como el divulgador científico Eduardo Punset, jugando con las palabras, tituló su último libro: "El Alma está en el Cerebro". Una idea que seguro que a muchos gustaría creer, si bien el escritor de ninguna manera intenta convencernos de un espíritu inmortal dentro de nuestra mente.
En la actualidad, tan solo unos pocos grupos religiosos cristianos, (vease
cristadelfianos y testigos de Jehová), rechazan la idea de la inmortalidad del
alma, aceptando tan solo la existencia de un espíritu de vida no pensante que
mantiene en funcionamiento el sistema celular y el funcionamiento del cuerpo sosteniéndose
mediante la respiración y que esto es lo que sale cuando llega la muerte. Explican
además que de alguna manera los datos mentales y cualidades de cada uno, son
guardados por Dios en su memoria. Para entenderlo de alguna manera, volviendo
al símil informático, es como cuando hoy día, un PC remoto puede guardar copia
de seguridad de nuestros archivos y datos en lo que se llama “la nube, que no
es otra cosa que miles de servidores con discos duros físicos en lugares
estratégicos. Y estos pueden ser recuperados para ser transferidos a cualquier
otra computadora, así en un futuro Dios puede volver a atraer a la vida a
alguien si o desea con la misma personalidad. De esa manera enseñan que al
hablar de “alma” se hace referencia a la vida de la persona, representando de
alguna manera con la unión del cuerpo y el espíritu de vida y asegurando que esta
es mortal. La muerte es tan solo un periodo de inactividad absoluta e insisten
en una vuelta a la vida en un futuro nuevo mundo.
Así si aceptamos la
idea del alma, tal como la entendió Platón, habría que determinar en qué
momento esta abandona el cuerpo, por otro lado si tan solo se trata de un
aliento de vida, también. En realidad desde el punto de vista científico es
difícil indicar cuando ocurre ese hecho tan misterioso de la salida de un
espíritu o ente llamado alma para no volver a ser parte de ese cuerpo.
Antiguamente ocurría que debido a los escasos medios para diagnosticar la
muerte, sencillamente el médico se centraba en la respiración o en las
pulsaciones. Así, cuando durante varios segundos la persona no expulsaba aire
de su nariz, o cuando no era patente el pulso en la garganta o en la muñeca, se
consideraba que la muerte había llegado, por tanto en ese momento todos
entendían que el alma había abandonado aquel cuerpo.
Pero hoy día hay
técnicas de resucitación, incluso cuando la persona ha dejado de respirar y el
corazón ha dejado de palpitar, realizando ciertas compresiones toráxicas
regulares y alternándolas con respiración boca a boca, se puede hacer que la
persona despierte de la inconsciencia y vuelva a respirar y su corazón a latir.
¿Significa eso que el hombre con una técnica de compresiones toráxicas es capaz
de hacer que el alma vuelva al cuerpo? También
en la antigüedad resultaba que en ocasiones la persona muerta revivía y se
despertaba repentinamente cuando sus familiares aun lloraban durante su funeral,
en la mayoría de los casos no recordaba nada y por supuesto ninguno pudo alegar
haber estado en un cielo o un infierno en esas horas, supuestamente muerto.
Existen las famosas leyendas urbanas contadas por enterradores, que al exhumar
tumbas antiguas se encontraban con ataúdes arañados y los cuerpos esqueléticos
contorsionados en posición de angustia. estaban
muertas desde el punto de vista clínico, pero sus células corporales todavía
estaban vivas y por tanto podían revivir espontáneamente en cualquier momento.
Todo esto hoy día es un mito, pues en
nuestros tiempos se toman medidas más exactas para certificar la muerte. Pero
en cualquier caso, esta no siempre es tan repentina como parece. Eso sí, pone
en duda la muerte de alguien por el abandono del alma, y parece indicar que más
bien todo esto está más relacionado con el conocido síndrome de muerte
aparente, es decir personas que
¿Cuándo sucede
entonces la muerte? Los tres órganos claves que marcan el apagón de una vida
son por este orden: el cerebro, el corazón y los pulmones; es verdad que otros
órganos vitales también pueden provocar la muerte, pero no de manera
instantánea, como la de los anteriores. Alguien puede tener un fallo renal, o
que el páncreas o el hígado dejen de funcionar y eso lógicamente de no ser
sustituidos, provocarían la muerte, aunque pueden transcurrir horas o días para
que esto ocurra. Pero no es así en el caso de una disfunción respiratoria, o
que el corazón se detenga o el cerebro entre en encefalograma plano, la muerte
en esos casos es prácticamente immediata. Ahora bien, tenemos que puntualizar, hemos
hablado de ocasiones en las que el corazón o los pulmones dejan de funcionar y
no obstante aún se puede revivir a esa persona, y hoy día con los sistemas de
respiración asistida es común alargar la agonía de un moribundo. De hecho, se
sabe que los pulmones pueden reactivarse tras cincuenta y cinco minutos parados,
el corazón hasta una hora y media después, por ello estos han dejado de ser irremediables
elementos para diagnosticar la muerte de alguien. También ha ayudado eso el
hecho de que hoy día se puedan realizar trasplantes de estos órganos con éxito
y hacer que una persona siga viviendo con los órganos de otra persona. Sin
embargo, algo muy distinto podemos decir del cerebro, un órgano intransferible,
intrasplantable por la propia idiosincrasia de contener la persona en sí.
Añadimos a eso que en menos de diez minutos sin oxigeno, este vital dueño de
nuestra persona, deja de funcionar y parece que es imposible superar un
encefalograma plano. Por tanto, cuando se habla de muerte cerebral, se puede
decir con prácticamente total seguridad que se ha producido la muerte y el
cuerpo aun teniendo el corazón latiendo y manteniendo los pulmones en
funcionamiento, este ya no podría ser considerado ser vivo, sino un vegetal,
que respira y late, pero sus pensamientos han perecido y por tanto, la entidad
como persona deja de tener sentido.
Claro, dicho así
suena duro y todavía es difícil convencer a una persona de que su ser querido
ha muerto cuando nota esa vida aún en su cuerpo. Algunos podrían concluir que
el alma por tanto habita en alguna parte del cerebro y hasta que esta no
abandone dicho lugar no se puede certificar la muerte. Vuelve de nuevo la
pregunta ¿Dónde está el límite entre la vida y la muerte? Máxime cuando se
conocen casos extraordinarios de personas diagnosticadas en “coma profundo” que
han despertado.
Por supuesto hay que puntualizar que existen al menos cuatro
estados distintos que se tienden a confundir: coma,
estado vegetativo, síndrome de cautiverio y muerte cerebral. De tres de ellos
se puede salir hasta cierto grado y dependiendo del tiempo de permanencia en
ese estado, puede suceder que la persona siga después siga siendo la que era.
Por ejemplo, una persona en coma, permanece profundamente dormido, sin
responder a ningún estimulo, pero controla su respiración y en ocasiones
ciertos movimientos, puede durar en ese estado, unos pocos días o en casos
extremos años, y dependiendo del tiempo, eso siempre deja alguna secuela. Una
persona en estado vegetativo, no reacciona a los estímulos externos, debido a
algún daño en el centro de comunicación, o en la estructura del cerebro que se
comunica con el exterior, sin embargo puede abrir y cerrar boca y ojos, pero no
se expresa y probablemente ni siquiera vea, es difícil determinar los daños
cognitivos de ese cerebro y la consciencia de la persona. De mantenerse en ese
estado por más de un año, la experiencia indica que no saldrá nunca de ahí. En
cambio, en el síndrome de cautiverio, o seudocoma, la persona puede ser
perfectamente consciente de lo que sucede a su alrededor, algunos oyen, incluso
ven, pero son incapaces de hablar, si la situación se debe a interrupción de
las vías que conducen las señales del cerebro a la medula espinal, el enfermo
solo podrá mover los ojos y los párpados, mientras conserva todo su intelecto y
otras funciones cerebrales, pero apenas podrá demostrar que está vivo. Son
muchos los casos diagnosticados como de estado de coma y sin embargo tratarse
de una persona en esa trágica situación y solo el movimiento vertical de ojos y
el parpadeo determinan su estado de consciencia.
Se registran casos en los que
personas despiertan de estas tres situaciones anteriores, o se recuperan de su
encierro mental, pero nunca lo harán de una muerte cerebral, por tanto, cuando
a alguien se le diagnostica esa situación, se puede decir a las claras que esa
persona ha muerto. Pero, ¿Quién determina el momento en el que alguien que
lleva años en estado vegetativo, en coma profundo o en seudocoma debe morir?
¿Cuándo se podría decir que de forma natural el “alma” ha salido de ese cuerpo
cuando la persona no es capaz de mostrar “señales de vida”? Hay que tener en
cuenta que bajo los efectos de algunos medicamentos o en casos de hipotermia,
pueden darse medidas de encefalograma plano sin haber muerte cerebral, para
ello los médicos realizan otro tipo de comprobaciones, pero no siempre tan
efectivas. En algunos países, Japón y otros de extremo oriente, por propio
condicionamiento religioso o cultural no se permiten extracción de órganos en
ciertos casos de aparente muerte cerebral. Y ciertos estudios realizados por la Universidad de Montreal, afirman haber logrado identificar actividad cerebral más allá de esa linea plana, que identifican como señal "ny" y puede cuestionar los criterios actuales para diagnosticar la muerte cerebral y la situación de las personas en coma profundo.
Algunas iglesias se oponen a la
desconexión de enfermos terminales o en coma profundo, la llamada eutanasia
pasiva, incluso cuando la ciencia médica diagnostica muerte cerebral, por
entender que hasta que el alma no quiera salir o no salga por el deseo de Dios,
nadie tiene el derecho de tomar esa decisión. La llamada eutanasia, (literalmente
significa buena muerte), es decir la desconexión del soporte vital artificial
del paciente para que de manera natural y paulatina este llegue a la muerte, es
hoy día una salida en ocasiones necesaria, para lograr que el enfermo desahuciado
o con nulas esperanzas de salir adelante por sí mismo, tenga una muerte digna y
no una vida prolongada artificialmente.
Antiguamente, lo normal era que la
persona enferma terminal acabara en cama, se le dejaba de administrar alimento
en espera de su paso al silencio de la muerte. Fue a partir de la edad media
que hubo un cambio en la posición de la iglesia con respecto al suicidio, el
aborto y la eutanasia. Estas prácticas se consideraron pecados con el mismo
peso y condenados con contundencia. Se entendía que la persona no podía
disponer libremente sobre su vida, que al ser dada por Dios es sagrada. Se
habla del arte de la muerte, como parte del arte de la vida, es decir, que
quien aprecia la vida, debe también aceptar la muerte. Esta solo se consideraba
buena, si se producía en su cama, rodeado de los suyos y despidiéndose de
estos, y además recibiendo la extremaunción. Algo similar al “consolamentum” de
los cátaros, solo que en estos representaba el bautismo y la ordenación como
buen hombre o cátaro, preparado para abandonar el cuerpo carnal. En el caso de la
iglesia católica, la ortodoxa y la anglicana, sencillamente era una manera de
dar una gracia especial al enfermo o moribundo, a fin de fortalecerlo para su
viaje al cielo. La primera mención de este sacramento fue en el año 416 y fue
el obispo Inocencio I de Roma en una carta al obispo de Umbría, citando un
pasaje de la Carta de Santiago en la que insta a quien esté enfermo que llame a los presbíteros y estos oren por él lo
unten con ungüento… y si hubiere cometido pecados le serán perdonados (Santiago 5:14,15). Al principio era de aplicación
solo a los enfermos fieles, pero después se incluyó a los penitentes.
Posteriormente se convirtió en normativa sacramental en el concilio de Worms en
el año 868. Por eso, la muerte debía ser lenta y si era así se consideraba como
buena muerte en contraste con “Mala mors” o muerte repentina.
Por otro lado, se
dan circunstancias que complican aún más la idea de la muerte por el abandono
del alma, sobre todo cuando en ocasiones durante la agonía, personas que han
vuelto a recuperarse tras una muerte aparente, afirman haber visto visiones y tener
una especie de sueños de gratos encuentros con amigos o familiares muertos, o
las victimas ven una especie de luz atrayente, una sensación de llamada y en
algunos casos, hasta se alega una breve escapada espiritual desde donde se puede
observar su propio cuerpo abandonado en la camilla. Estas experiencias
documentadas y contadas por personas que estuvieron al borde de la muerte, han
sido tema para llenar libros y a lo que muchos se acogen para afirmar que un
ente espiritual abandona el cuerpo a la hora de la muerte.
Sin embargo, hay una
explicación científica al respecto, y resta importancia a estas visiones: Cuando
la mente presiente la muerte, se activa en nuestro cerebro un mecanismo que
relaja al individuo y lo prepara para ese final. También se sabe que bajo
determinados estados de anestesia, o un fuerte shock, el sistema nervioso
segrega unas sustancias llamadas, neurohormonas y catecolaminas, estas son liberadas
y derramadas en cantidad incontrolable, lo que provoca alucinaciones y una
sensación de flotación. Así, en los últimos instantes, la mente produce
una serie de visiones y sueños para suavizar ese duro proceso, como si nuestro
cerebro nos preparase para una muerte dulce, y hacer que esta no llegue de
forma agónica ni cruel. Es interesante notar que esos sueños realmente se
producen en cuestión de breves segundos, aunque las personas que han estado al
borde de la muerte recuerden largas charlas o conversaciones relajadas con
familiares muertos o una lentitud a la hora de despedirse del cuerpo y tomar el
camino hacia la luz. Estas visiones suceden tal como los sueños normales, los
de la última vigilia, los que se recuerdan. Estos por lo general suceden en
cuestión de segundos antes de despertarse, pese a que para contarlos nos
tomemos varios minutos y los acontecimientos soñados abarquen largos periodos.
Algunos científicos,
a fin de quitar significado espiritual a la muerte, sencillamente se niegan a
determinar un momento específico. Y nos hablan de la muerte del cerebro como parte
del proceso, el principal, pero solo el inicial. Si consideramos el cerebro
como sede de nuestros pensamientos, nuestra personalidad, conciencia y consciencia
de nosotros mismos, si los circuitos cognitivos y neuronales dejan de recibir
oxígeno, como ya dijimos por un periodo de más de diez minutos, estos circuitos
se colapsan, deja de haber actividad bioeléctrica y perecen los pensamientos,
recuerdos y datos que este almacena. Sucede de la misma manera que en un
circuito de memoria RAM, donde los datos se almacenan eléctricamente, (no nos
referimos a un disco duro clásico, en el que la escritura de datos se hace en
un soporte físico o disco magnético donde en forma cifrada se marcan los
datos), a base de unión química de silicio, circuitos integrados o
transistores, en estos caso al cabo de un determinado tiempo sin energía, esos
datos se van perdiendo y quedan borrados o dañados irreversiblemente, ya puedan
ser imágenes, textos, programas o aplicaciones, sistemas operativos o cuanto
esta memoria contenga. De la misma manera las conexiones neuronales de nuestro
cerebro se desconectan y sencillamente se degradan o borran. La muerte del
cerebro puede hacer que el sistema cardiovascular deje de funcionar por si solo
y entonces llega la muerte total.
A partir de ese momento, si no se fuerza el funcionamiento
cardiovascular con maquinaria externa, el cadáver se torna pálido, la
temperatura del cuerpo desciende a niveles incluso inferiores a la ambiental.
Los músculos al principio flácidos en pocas horas se tornan rígidos y
endurecidos, en algunos casos surgen contracciones, que pueden causar confusión
en los que observan el efecto, de allí que en ocasiones los enterradores
encuentran cadáveres en posiciones extrañas. Sin embargo es cuando llega esta
rigidez, el momento en el que se puede dar por perdida toda esperanza de que
ese cuerpo se pueda reanimar aun sin actividad cerebral y con seguridad ya no pueden
volver a funcionar sus órganos principales. Agentes químicos contenidos en el
cuerpo empiezan a destruir las paredes protectoras de los órganos y así se da
via libre a los microorganismos que se encargarán de devorar a estos. Cierto
microorganismo llamado Clostridium Welchii, se encarga de destruir los
componentes básicos de la sangre y entonces bacterias como la Scherichia coli,
Proteus vulgaris y otras, contenidas normalmente en el cuerpo, pero siempre
bajo control, ahora campan a sus anchas y fermentan los líquidos corporales para
después morir asfixiadas por el propio proceso que ellas provocan. Esa
fermentación provoca convulsiones o espeluznantes movimientos del cadáver,
haciendo que en algunos casos estos se levanten o tomen posturas contraídas. La
masa encefálica para ese momento se ha convertido en una pasta amorfa, verde
grisácea y de aspecto viscoso. Los gases producidos por los agentes químicos y
la acción de las bacterias antes mencionadas, provocan hinchazones que explotan
y resultan en llagas abiertas por donde se introducen otras bacterias, hongos e
insectos necrófagos que se encargan de dar cuenta del resto.
Se puede decir que
la muerte produce una explosión de vida que se encarga poco a poco de convertir
con el tiempo, el cuerpo de un ser humano en mero polvo. Se sabe, no obstante,
que ciertas partes del cuerpo se resisten más que otras a desaparecer, entre
ellas el pelo y la uñas, que en ocasiones se ha constatado que crecen, y los
huesos y dientes, que en determinadas condiciones, pueden permanecer por años
intactos. En cualquier caso tarde o temprano la tendencia es a desaparecer, no
dejar huella. Es el hombre con sus costumbres y rituales los que alargan el
proceso, intentando mantener el cuerpo intacto, como en el caso de la momificación.
O al menos intentan mantener vivo el recuerdo de aquella persona, haciendo que
sus restos descansen, ya sea encerrados en un ataúd de piedra, de madera
recubierta de zinc, o en la misma tierra sobre la cual poner una lápida, en
definitiva una tumba conmemorativa. Solo últimamente en occidente se está
poniendo de moda la costumbre de incinerar al difunto, algo que ciertas
civilizaciones orientales como la hindú, tenían por milenaria.
En definitiva, la
ciencia de la muerte, solo ha podido constatar que la falta de oxígeno en el
cerebro y en las células es determinante para la muerte y este se produce en
forma de proceso gradual, aunque irreversible. Por supuesto la discusión sobre
que sale del cuerpo al morir, si un alma inteligente, una espíritu de vida o
simplemente la falta de energía, continuará , en este tratado tan solo nos
hacemos eco de las diferentes ideas que sobre este tema hay. Aunque nuestro
deseo de atemporalidad es inmenso, para muchos la idea de un espíritu de vida que
sale y deja un cuerpo que gradualmente tiene la tendencia a volver al suelo, de
donde salió, parece más plausible. Pero para otros, piensan no se puede acabar todo
allí, debe haber algo más allá.
En un próximo capítulo
trataremos la historia de las diferentes ideas sobre el origen, finalidad y
final de la vida.
La muerte del ser humano no existe, que más pavadas puedes sustentar, tu sólo estas explicando la muerte de la máquina biológica, pero no explicas nada sobre que es realmente la muerte
ResponderEliminarCualquier vida más allá de la física no esta a nuestro alcance demostrar como es. Como tampoco mostrar de que manera muere un espíritu. Con respecto a otras creencias sobre la vida y la muerte se irán tratando en otros capítulos.
EliminarMe dieron referencia del blog de los ateoscristianos del Gordo molina este sitio,jajaja
EliminarSabes Lucho la muerte no existe sólo existe la vida, el concepto que tratas es sólo muerte material, pero razonando no existe la muerte por que todo se encuentra en estado vibratorio, lo que llamamos muerte sólo se da en el concepto materialista, pero el hombre no es cuerpo, así como los demás seres vivos sólo es material los cuerpos que habitan
Que es el ser humano??? Eso es lo que uno debe entender para poder entender el concepto de vida y muerte
Si te fijas bien, el artículo trata sobre el concepto de muerte biológica. Que se crea que hay vida despues, o que la vida biológica del ser humano, tan solo sea una transición es otro tema más metafisico. Eso está en el ámbito de las creencias y en el siguiente capítulo se aborda, así como en otros.
EliminarHola, buen blog.
ResponderEliminarLe recomendaría poner bibliografía pertinente en sus artículos, que por cierto son buenos, pero dichas referencias podrían darle más fundamentación a su material y no harían pensar que sus excelentes aportes son algo más que su respectiva opinión personal.
Saludos.
Gracias por su comentarios, estos artículos son parte de libros de mi autoría. En dichos libros por supuesto que presento la bibliografía. Tomo nota no obstante de su sugerencia para futuras entradas.
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