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¿Se sostiene una comparación mitológica con Jesús?



A menudo encontramos artículos en blogs, libros, redes sociales y otros lugares de internet, citas que hablan de cómo el cristianismo, no surgió de la vida de un profeta o hijo de dios llamado Jesús, si no fue la invención de ciertos sabios, que bajo la solicitud de los poderes políticos romanos para mantener unido al imperio, buscaron construir un líder, por medio de aunar distintas tradiciones y mitologías. De esto surgió la comparación de mitos, que en algunos casos, como veremos son tergiversaciones o interpretaciones interesadas y manipulaciones históricas. 


Decir que la base para dicha comparación nace de ciertos comentarios en círculos escolásticos de la baja edad media. Curiosamente dicha comparación se hizo con la intención de defender el cristianismo ante los falsos mitos antiguos, aduciendo que fueron burdas copias del verdadero. Pero los que realizaron aquellas comparaciones no conocían a fondo las tradiciones o textos sobre ciertas deidades y simplificaron interesadamente muchos detalles para que encajaran en su tesis. 


Fue muy posteriormente, cuando, eruditos de la “alta crítica” a finales del renacimiento, expresaron sus argumentos, en cierto modo basándose en estos documentos erróneos. Entre estos destaca Charles F. Dupuis, quien en 1795 escribió Origen de todos los cultos, con el fin de demostrar que todas las religiones, incluida la cristiana, tienen varios puntos en común en las tradiciones, mitos, figuras astronómicas y dioses solares. Basándose en estos, en 1914 salió a la luz El Cristo histórico, de John M Robertson y William B. Smith. Todos ellos se basaron en aquellas supuestas comparaciones de Dupuis. Pero con el tiempo y basándose en fuentes más fiables y textos sagrados de las diferentes religiones comparadas, se dejó claro que dichos estudios carecen de base histórica y documental seria, pues apenas investigaron en los textos griegos, persas, hindúes, romanos o egipcios. Estudiosos como Frederick C. Conybeare, que escribiera en 1925 su obra Historia de la crítica del Nuevo Testamento y Herbert G. Woods con su historia del cristianismo y del mundo natural, intentaron mostrar lo errados de dichas comparaciones y lograron aclarar la confusión creada. Pero fueron pocos los que salieron en defensa del cristianismo, vendía más decir que se habían descubierto secretos que hacían tambalear los cimientos de la iglesia que defender el cristianismo como religión original.


Entre otras cosas, se decía que muchos dioses mitológicos fueron hombres convertidos en dioses, la mayoría habían nacido un 25 de diciembre, que habían nacido de vírgenes, que habían sufrido persecución siendo niños, que habían muerto en maderos o árboles y posteriormente habían resucitado y fueron convertidos en deidades solares. La repetición de dichos argumentos, con la contundencia de salir de la boca de expertos en el tema, ha conseguido que muchos ateos hagan suyas esas tesis y las defiendan sin más.


A mediados de siglo XX, vuelven a la carga con similares argumentos, entre otros, Joseph Campbell que en 1949 en su libro el Héroe de las mil caras, quiso mostrar que hubo un solo mito en deidaes como, Dionisio, Apolonio, Atis, Mitra y personajes más lejanos como Buda o Krishna. Y llega a profundizar más en esa línea en su libro Las máscaras de Dios: Mitología occidental, donde se centra en la figura del Cristo crucificado y con doctrinas como la trinidad para mostrar la similitud con Horus, Tamuz, Adonis y Osiris. De algunos de esos tratamos en capítulos aparte de este blog.


El error que cometen la mayoría de los estudiosos que tratan este tipo de ideas es fundamentarse en dos bases equivocadas: Pensar en el cristianismo como si este fuese solo la Iglesia católica romana y que en todos los años desde sus inicios, solo hubo un cristianismo. 


Ambas aseveraciones son falsas, y por esta causa se dan a menudo las coincidencias entre ciertas mitologías y algunas tradiciones de la cristiandad, que realmente son infiltraciones externas, pero no incluidas en los inicios, ni en los evangelios, ni en las cartas apostólicas englobadas en los textos sagrados cristianos. Tomemos por ejemplo, el símbolo de la cruz, se sabe que fue introducido por Constantino, al recibir cierta visión, este a su vez, la pudo recibir de un egipcio gnóstico con quien contactó. Así un símbolo religioso de ritos ancestrales, como los que utilizaba Horus, o el símbolo de Tamuz fue introducido en el cristianismo posterior. Fueron Silvestre, el obispo de Roma en el año 330 quien dio inicio a llevar un símbolo en su gorro con una corona de hierro con una cruz en su centro, más tarde, otro obispo romano Marcos, hizo coser cruces en su traje obispal de gala.


Lo mismo podemos decir de la famosa fiesta del solsticio de invierno, el 25 de diciembre, si cien años antes Orígenes escribía las razones por las que no celebraban cumpleaños los cristianos, y todos los apologistas antiguos habían rechazado la adoración de Mitra o cualquier adoración de imágenes, de símbolos zodiacales o de dioses solares, de pronto, Constantino en el año 325 decretaba aplicar ese día, que ya era de Mitra y de las diferentes deidades solares, a Jesús y la cristiandad mayoritaria empezó a celebrar ese día, adoptando rituales que ya existían en rituales ancestrales. 


La introducción de la adoración a María, como madre de Dios fue una elaboración posterior dentro del cristianismo, y fue iniciada en el siglo V. Todo, a raíz de la identificación de Jesús con Dios establecida desde Nicea en el 325. Ahora, madre de dioses ya existían muchas, véase Tiamat, Isis, Gea, Artemis, Cibeles, Afrodita. Bajo ningún concepto se podía concebir en el cristianismo o en el judaísmo, la atribución de que Dios tuviera una madre o que existiera algo que pudieran considerar diosa madre. Sin embargo, a partir de esa idea surge entre algunos maestros del siglo V, la expresión Theotokos, (madre de Dios). Rechazada, sin embargo por gran parte de los obispos de oriente, y cuya aceptación en el concilio de Efeso en el 431, supuso la ruptura de Nestorio y la creación de la iglesia nestoriana de oriente.  


Así que, más que copiar costumbres, creencias, símbolos o fiestas cristianas de otras deidades ancestrales en la formación inicial del cristianismo, estas fueron adoptadas, inyectadas, o absorbidas, siglos después, todo con el fin de convertirse en una iglesia, única, universal y aglutinar así a toda la sociedad, en una conversión forzosa, pero suave a la vez.

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