A menudo investigando sobre las diferentes ordenes monásticas surgidas desde el siglo XI, en el seno de la iglesia católica nos encontramos con numerosos movimientos que en realidad pretendían ser algo mas que ordenes, en ocasiones fueron verdaderas corrientes de pensamiento que muchos vieron como herético, pero sin embargo de alguna manera se llegó a admitir en la iglesia con ciertas restricciones o cesiones por parte de ambos. Algunas como los defenestrados y maldecidos templarios acabaron sus días sin ser acusados formalmente por la iglesia de herejía, otros grupos sin embargo permanecieron en la iglesia solapadamente mantienen creencias y costumbre muy opuestas a los cánones de la opulenta iglesia romana.
Uno de los mas llamativos fueron los "Fratres Humiliati", este grupo de origen italiano, fue fundado, al igual que los valdenses por un laico, es decir un miembro de la iglesia, que no era clérigo. Esto siempre era motivo de sospecha por parte de las altas esferas eclesiasticas, sobre todo cuando empezaban a organizarse y predicar sus enseñanzas por doquier. Hugo Speroni su fundador allá por el año 1165, era cónsul en Piacenza, hombre mas bien de leyes que de religión, pero con inclinaciones religiosas y sobre todo observador del vacío espiritual de las clases desfavorecidas.
En el caso de los Humiliati, pretendían establecer un núcleo de fuerza para hacer que la iglesia efectuara cambios importantes tanto en enseñanza como en formas y normas. Así por ejemplo predicaban que los llamados sacramentos básicos de la iglesia, el bautismo y la eucaristía (la toma de la hostia), no bastaban por si solas para asegurar la salvación. Entendían que se necesitaba llevar una vida en la que los lujos y riquezas no estorbaran el progreso espiritual, por ello animaban al trabajo manual y la oración constante, además de una verdadera fe en Cristo, que era la única manera de alcanzar la salvación, según entendían las palabras del evangelio (Juan 3:16,36). Algunos pretenden dar a entender que de alguna manera enseñaba la predestinación que defendiera Calvino siglos mas tarde, de una vez salvo siempre salvo, mas bien se pudiera decir que el creía lo contrario, pues enseñaba que se necesitaba una constante prueba de fe, no solo de palabra. Este mensaje caló hondo en las cofradías de tejedores y artesanos del norte de Italia, pues además no animaban a abandonar sus casas ni talleres, sino sencillamente dedicar mas tiempo a la oración y al conocimiento de la Biblia, por lo menos a lo poco que podían acceder por asistir a la iglesia. Por ello si bien no rechazaban a la iglesia como religión, sin embargo criticaban el alejamiento de esta a la sencillez de la vida apostólica, a la que ellos querían acercarse.
Para los clérigos eso los acercaba peligrosamente a otros movimientos surgidos por aquella época, sobre todo al predicar aparentemente contra las riquezas clericales y animar a una vida más activa en su religión. A la iglesia no le interesaba un pueblo cultivado en los estudios bíblicos o teológicos, pues se daban cuenta de lo lejos que se encontraban de aquellas enseñanzas y querían evitar a toda costa que el pueblo llano se diera cuenta de esa verdad.
Curiosamente la iglesia esperó que con la muerte de su líder en 1174, se acabara el movimiento, pero como sucede a menudo, la muerte significa para su comunidad una declaración o voto de continuidad del camino trazado por este. Por ello el papa Lucio III en 1184, los prohibió, quizás informado por Pedro el venerable, o Hugo de Rouen otro defensor católico, quien escribió un panfleto contra las herejías del momento, y estos pidieran acción contra los que llamaron esperonistas. Así que al igual que sucediera con los valdenses, se les prohibió predicar y como insistieron en ello, fueron excomulgados y pasaron a la clandestinidad.
Pero los Humiliati o humillados, no fueron perseguidos tal como fueron valdenses o cátaros, es más, el mismo que promulgó la terrible cruzada albigense, Inocencio III, fue indulgente con los humiliati y en el año 1201 revocó la excomunión, con la única condición de que no se hicieran itinerantes ni esparcieran sus ideas a otras comunidades que no fueran las suyas y reconocieran la autoridad de la iglesia. Algunos aceptaron y la orden continuó y se mantuvo hasta el año 1571, fecha en que fueron disueltos, según parece siendo muy pocos, pero con una gran riqueza, por la cantidad de monasterios que poseían y por el hecho de haberse dedicado a la fabricación textil y de alguna manera colaboraron con el auge comercial del norte de Italia, cuando fueron disueltos, la orden se había convertido mas que un movimiento religioso en una empresa corrupta. Distinta suerte siguieron los que rechazaron el ofrecimiento de Inocencio III, quienes decidieron formar parte de los valdenses, pues vieron en estos lo que realmente buscaba su fundador, pero el destino de estos fue incierto, ya que las persecuciones y penurias los hizo huir y refugiarse en las montañas alpinas.
hola quisiera saber cuando vas a publicar tu proximo post.
ResponderEliminarsaludes y gracias por el blog.