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ISBN OC : 978-84-9981-705-7
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Priscilianos : Fallido intento de restablecer la pureza espiritual en España


Nos encontrmos en el año 375, un grupo de cristianos, conocidos como los priscilianos, empiezan a llamar la atención de las recién estrenadas autoridades religiosas dirigidas desde Roma, por el papa Dámaso I.

La llegada al trono papal de Dámaso, estuvo manchada de continuas disputas y controversias, entre diferentes tendencias nicénicas y contra el arrianismo, de la que salió victorioso gracias al favor, la intervención y el apoyo del emperador.
Así, por ejemplo, pese a que Dámaso había sido denunciado por asesinato y tambien por tener relaciones adulterinas con varias mujeres sin embargo fue absuelto de tales acusaciones, la historia oficial de la Iglesia indica que tales acusaciones provenían de sus enemigos ideológicos y eran falacias. La realidad dificilmente se sabrá.

Sin embargo coincidió con otro personaje que quiso volver a los orígenes de un cristianismo mas sencillo, sin la búsqueda de poder que los lideres de su tiempo parecían buscar. Se trata de Prisciliano.

Este controvertido personaje, al parecer predicó una especie de movimiento asceta que estaba teniendo gran éxito allá por el año 375, en especial entre ciertas clases alejadas del poder eclesiástico. Su forma de ver el cristianismo atrajo la atención del pueblo, quienes lo veían como un iluminado de Dios, el trato flexible y comprensivo hacia los más humildes, hizo que pronto alcanzara grán notoriedad.

Por ejemplo, gozaba de popularidad entre las mujeres a quienes concedía una gran libertad e importancia, en contraste con la situación de estas en la sociedad jerarquizada de entonces; de hecho para ese tiempo y esto venía desde la época de los montanistas y mas exactamente desde Tertuliano, que las mujeres tenían muy poca voz dentro de la iglesia y tal era la situación, que estas ni siquiera tenían ninguna clase de actividad práctica que determinase su cristianismo, iban siendo relegadas a ser meras observadoras pasivas, que en muchos casos debían cubrirse la cabeza para entrar a la iglesia o templo cristiano.

De repente Prisciliano abrió las puertas de los templos a las féminas como participantes activas, participando estas de la lectura bíblica y otras actividades. Y las clases populares también encontraron refugio en la enseñanzas de Prisciliano, por su rechazo a la unión de la Iglesia con el estado, la dura crítica a la corrupción y enriquecimiento de las jerarquías. También parece que en sus ideas había una profunda razón social, no solo por lo antes mencionado sobre las mujeres, sino también por su petición de la eliminación de la esclavitud, algo todavía arraigada y por la que la cristiandad hacía la vista gorda. En cuanto a la controversia trinitaria, parece que se acercaban mas a los arrianos que a los atanasianos, pues al parecer negaban la divinidad de Cristo, incluso acercandose a las tesis elkesaitas al negar la vida prehumana de Jesús. Así, aunque mas cercanos ideológicamente a los arrianos, en realidad criticaban tanto a estos tanto como a los nicenicos, por las maneras de acercarse al poder, recordemos que los arrianistas se estaban haciendo fuertes en el norte entre los godos, germanos y vándalos, pero también practicaban un acercamiento excesivo a los gobiernos.

El deseo de Prisciliano quizás haya sido hacer volver a la iglesia a sus orígenes mas sencillos y alejadas del poder político, para ello necesitaban acceder a los puestos importantes y hacer los cambios necesarios, quizás por ese motivo buscó adeptos a sus tesis no solo entre las clases mas básicas sino también entre varios obispos y presbíteros, de allí sus palabras : Elegidos ya para Dios algunos de nosotros en las iglesias, mientras otros procuramos con nuestro modo de vivir ser elegidos". Con ese fin, siendo además personas bastante espirituales e íntegros, pensaban que era fácil acceder a puestos de responsabilidad y desde allí poder crear el cambio que el cristianismo necesitaba. No tardó mucho en encontrarse con otros miembros prominentes que se opusieron a tales tesis, por ver peligrar su privilegiada situación económica y social.

Así, surgieron acusaciones con respecto a estos en cierta dirección totalmente desviada. Se dice, por supuesto por parte de los que los odiaban, que los seguidores de Prisciliano predicaban rituales mágicos que incluían danzas nocturnas, peregrinaciones descalzos y la práctica de la astrología cabalística. Algunos confundiendo a estos con ciertos grupos afines a Basílides afirmaban que sus enseñanzas provenían de una influencia maniquea, pues heredan gran parte de las ideas de estos, aderezadas con connotaciones romanizadas, que estipulaban el ayuno los domingos, el retiro a las montañas y la búsqueda de la espiritualidad interna, que hablaban de los poderes del cosmos y su influencia en las almas, usando el zodíaco como referencia. También se le acusó de celebrar orgías, de permitir que los clérigos llevaran el pelo largo, por incluir bailes en los templos.
Es difícil saber cuanto de cierto hay en esto, pues existe confusión entre sus acusadores, y las supuestas practicas mágicas atribuidas a el, aparte del desconocimiento casi total de su teólogía o dogma. Entre sus enemigos destaca Itacio de Osonoba quien afirmaba que debía sus conocimientos de astronomía y magia a un tal Marcos de Memfis. Pero es interesante notar que esto era un dato falseado, pues este Marcos ya era mencionado por Ireneo de Lyon dos siglos atrás en su Adversus Haeresus, mencionado como un mago gnóstico alejandrino. No era nada extraño que para hacer mas contundentes las acusaciones de herejía contra alguien, se buscara su acercamiento a algún movimiento gnóstico, siendo que estos eran los mas terribles enemigos ideológicos del cristianismo en los tres últimos siglos. Otros de sus mayores enemigos aparte de Itacio, fue el obispo de Mérida, un tal Hidacio, también Higinio, el sucesor de Osio de Córdoba, quienes promovieron con juego sucio la manera de anatemizar a Prisciliano y sus afines.

En cualquier caso de haber sido ciertos sus contactos con la brujería, o con los gnósticos, no hubiera habido ninguna dificultad para condenarlos, pero no fue este el caso. No hubo unanimidad, de hecho en el año 380, se formó un sínodo en Caeseragusta (actual Zaragoza) promovido principalmente por Itacio, Higinio e Hidacio, para provocar una expulsión y firmar algún decreto de herejía contra Prisiciliano y algunos de sus mas allegados, como Instancio y Salviano. Pero fue tal la falta de consenso, que algunos obispos que se supone iban a condenarle se unieron a el, tal fue el caso de Simposio, el obispo de Astorga, quien mas adelante se adhirió a su movimiento. El exceso de falsas acusaciones insultos y odio visceral por parte de Itacio y de Hidacio, sin que nadie hubiese para refutarles ni oportunidad para que los atacados priscilianos pudieran defenderse, obtuvo sin embargo el efecto contrario. Tal es así, que tras este sínodo se produjeron tumultos en la sede de Mérida contra Hidacio y muchos clérigos se separaron de él.

El autoproclamado líder indiscutible de la iglesia, Dámaso, rechazó la idea de condenarle en aquella ocasión, entre otras cosas porque los acusados no asistieron al sínodo. Quizás este no quería implicarse mucho en el tema, es posible que lo hiciera por no ver claras las razones de las acusaciones. Algunos alegan que quizás eso se debiera a cierta simpatía de Dámaso por el hecho de que Prisciliano era galego como el, pero no hay prueba contundente de esta circunstancia.
Poco después Prisiciliano, apoyado por Instancio y Salviano, fue recomendado para ser obispo de Ávila en Hispania. Poco después en un intento de acercar posturas, los dos obispos apoyadores de Priciliano, viajan a Mérida para entrevistarse con Hidacio pero todo es en vano, de hecho se ven obligados a huir apresuradamente de allí pues una chusma de energúmenos violentos arengados por Hidacio, tratan de atacarles.

Mas tarde de forma maliciosa y sediciosa, el otro enemigo acérrimo, Itacio, no viendo la manera de destruir a Prisciliano por los medios religiosos, tras haber fracasado en el sínodo del 380, solicita al emperador de occidente Graciano, por mediación de Ambrosio de Milán, donde para ese tiempo se había trasladado la sede del gobierno, que inste a este para que tome medidas contra los tres. Lo hace falseando de nuevo los hechos, incluso acusando a Prisciliano de hacer uso de escritos apócrifos y otros libros ya condenados por la iglesia. Lo que no había conseguido por los medios religiosos y con la autoridad eclesiástica, lo logró con la autoridad del empedrador, quien accedió a su petición y condenó a los priscilianos desposeyendo de sus títulos a sus obispos y presbíteros y desterrandoles.

Prisciliano, junto a Silviano e Instancia, buscan defenderse de las falsas acusaciones y de las difamaciones vertidas contra ellos, pero es en vano. Acuden a Dámaso en Roma, pero este agarrado a su posición y temiendo contradecir al emperador, no los recibe, lo mismo sucede con Ambrosio de Milán, quien contaminado con la versión de Itacio y por las mismas razones que Dámaso, tampoco los recibe. Aún así y ya que fueron condenados, no por las autoridades religiosas, sino por las civiles, acuden a las instancias legales para aclarar su situación y mostrar la verdad de todo el asunto. Gracias a esto logran, con la ayuda de Macedonio, magistrado oficial, la revocación de la condena de Graciano y se ordena que les sean restituidos sus títulos. De este modo, en el año 382, vuelven a ser obispos, cosa totalmente inaudita y que demuestra la falsedad y las malas maneras de sus contendientes.

Tal es así que Itacio de Osonoba, fue condenado por el Procónsul Volvencio, por calumnias e injurias contra los tres obispos. Itacio logra escapar a las Galias y posteriormente se refugia en Tréveris, bajo la protección del obispo Britanio. Entre tanto, trata de apelar de nuevo al emperador Graciano, no logrando nada, entre otras cosas porque este fue asesinado en París por el usurpador Máximo quien se había hecho proclamar emperador en Britania y consiguió hacerse con el control de las Galias e Hispania.

Itacio de nuevo intentó conseguir que se condenara a los priscilianos por medio en este caso de Máximo, pero este no teniendo claro el asunto, no lo hizo. Pero viéndose necesitando del apoyo de los partidarios de los principales obispos hispanos entre ellos Hidacio de Mérida y el obispo de Córdoba, decidió aparentar neutralidad y no obstante buscó apoyos y acercamiento a sus ideas de manera poco ética; instó a la celebración de un sínodo en Burdeos asistiendo principalmente obispos de Aquitania, (sur de Francia), junto a los acusadores Hidacio e Itacio, allí de nuevo se intentó incriminar a Prisciliano y a Instancia en actos de brujería, pero con tan poca base que uno de los asistentes Martín de Tours, tuvo que intervenir para que no se cometiese una injusticia condenando a estos hombres a la muerte tal como pedía Itacio.

Pero Itacio se salió con la suya, pues a espaldas de Martín de Tours, convence a otros dos influyentes obispos Magno y Rufos, para que logren convencer a Máximo a fin de que haga cumplir la sentencia. De esta manera se llevó a cabo y el emperador Máximo decretó que Prisciliano y sus amigos fueran condenados a muerte. Según el historiador romano Sulpicio Severo, la lista de los ajusticiados fue la siguiente: Prisciliano, Felicísimo y Armenio; clérigos; Latroniano y Eucrocia, en el mismo juicio, Instancio fue desterrado y el obispo Higinio de Córdoba fue condenado al destierro.

En el proceso se halló a Prisciliano convicto de los siguientes cargos: magia, doctrinas obscenas, conciliábulos nocturnos con mujeres y de orar desnudo. En su sentencia también pesaron otros aspectos de su ideología, como la condena de la esclavitud o el fomento de la igualdad entre hombres y mujeres.

Podemos afirmar que este caso fue el primero dentro del llamado cristianismo, (realmente cristiandad), en el que se da muerte a alguien por motivos religiosos o por acusaciones de herejía, esto marcaría un triste precedente de muerte y martirio que lamentablemente seguiría en aumento siglos después.

Los seguidores de Prisciliano, no desaparecieron en ese tiempo, se sabe que se mantuvieron por lo menos 200 años en Hispania, donde al parecer florecieron sus ideas y liturgia de manera más clara y se constituyó en toda una organización.
Se cree que los restos de Prisciliano fueron llevados a su Galicia natal y enterrados en la ciudad que se conoce hoy día como Compostela, donde por años fueron cuidados y protegidos por sus seguidores, llegando a hacer viajes de peregrinación desde diferentes puntos de Europa, que se convirtieron casi en rituales, con el tiempo se establecieron ciertas rutas y caminos que llevaban hasta el lugar y se convirtió en una tradición, que mantuvieron por años los miembros de aquella religión.

Pero las persecuciones contra los priscilianos no cesaron hasta que el movimiento fue prácticamente erradicado y sus costumbres y rituales sustituidos por los de los católicos. Dejamos que sea el lector quien saque conclusiones sobre el origen de la veneración y peregrinación hasta los supuestos restos del apóstol Santiago, instituidos tiempo después de la desaparición de los priscilianos.

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