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ISBN OC : 978-84-9981-705-7
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Exorcismos y expulsión de demonios: ¿Realidad o ficción?


Un tema escabroso donde los haya es el que a continuación vamos a considerar, tiene que ver con algunas acciones relacionadas con la creencia en un ser maligno, el inicuo, el diablo, Satanás, Belzebub, Lucifer, Ángel caído y cuantos nombres se le hayan incorporado. Esta criatura invisible forma parte de las creencias de prácticamente todas las confesiones cristianas, con algunas excepciones, como los desaparecidos muggletonianos, quienes pensaban que era el mal interior, o los cristadelfianos, que enseñan que es la simbolización del mal pero que no representa a ningún ser espiritual. Por cuestiones distintas, rosacruces, Unity, cienciología y algunas órdenes masónicas también rechazan su existencia. Y luego tenemos al movimiento Creciendo en Gracia, quienes afirman que el diablo ha muerto y por tanto ya no existe. 

En cualquier caso, las escrituras si hablan de la figura del demonio, como un ser contrapuesto a Dios y el ángel rebelde que extravió a la primera pareja según comparamos el relato del Génesis 3, con el capítulo 12 del Apocalipsis. También se dice que tiene huestes o fieles a los que llama demonios. Los judíos tenían presente a este ser y en algunas tradiciones se le llama Lucifer, como si junto a Jesús fuesen las estrellas de la mañana mencionadas en el libro de Job.

Orígenes se hizo eco de algunas de estas creencias y enseñó que el Diablo fue un ángel caído. A partir de esa idea se forjó la enseñanza de que es el príncipe de los infiernos, el que se encarga de dar castigo a los pecadores que son enviados allí, tras morir. Es posible que una posterior interpretación de la mención del ángel que caé del cielo y al cual se le entrega la llave del abismo mencionado en el Apocalipsis 9:1 y 11, o la idea expresada en ese mismo libro, cuando dice que el diablo será abismado, sea la razón por la cual se le asigna esa posición del demonio. Pero no está claro que aquel ángel del abismo, llamado Abadón o Apollion, en Apocalipsis 9:1 y 11 sea el mismo Demonio, por una razón clara, pues se dice lo siguiente en el mismo libro de Apocalipsis: Y vi a un ángel que descendía del cielo con la llave del abismo y una gran cadena en la mano.  Y prendió al dragón, la serpiente original, que es el Diablo y Satanás, y lo ató por mil años.  Y lo arrojó al abismo, y lo cerró y selló sobre él, para que no extraviara más a las naciones hasta que se terminaran los mil años (Apocalipsis 20:1-3). Está claro que el Diablo no se va a abismar a si mismo, este personaje que portaba la llave del abismo, por tanto, tiene que ser un ser espiritual diferente, todo señala a la figura de Cristo, de quien se dice que aplastará la cabeza de la serpiente.

Por tanto, no tiene cabida en la Biblia, la idea de un demonio que viva en los infiernos y se encargue de hacer un servicio a Dios, al castigar a los malos. Fue en el apócrifo evangelio de Nicodemo, un texto gnóstico, donde aparece esa equivocada idea por primera vez, alli se narra la historia de que una vez el Diablo quiso llevarse a Cristo a los infiernos, pero una vez ahí, Cristo consiguió rescatar a las almas atrapadas y burlarse del Demonio.
Tampoco aparecen en los escritos cristianos primitivos, ni judíos, la figura de un demonio con alguna determinada forma, cuernos, cuerpo de color rojo, patas de cabra, etc. Estas connotaciones fueron figuaraciones medievales, introducidas a raíz de tradiciones externas. Los primeros cristianos no enseñaron tal idea, más bien fue a partir del siglo VI, al mismo tiempo que se le fue representando en dibujos artísticos con cola, cuernos, etc. Fue Jerónimo de Estridón quien asemejó a este ser con los antiguas figuras de sátiros, como el mitológico dios Pan, identificándola con la figura misma del demonio. Y si bien durante siglos se le representó de color negro, con el tiempo, coincidiendo con la representación de este en los infiernos de fuego se le pintó de color rojo.  

A lo largo de la historia, diferentes grupos religiosos, incluso alejados del judaísmo creían en la existencia de un ser maligno o seres espirituales malos, los cuales en ocasiones ocupaban el alma de un individuo y lo poseían, por ello surgieron amuletos, rezos y otro tipo de rituales, en la mayoría de los casos supersticiosos al respecto, con tal de alejar a los malos espíritus.  Según algunos historiadores, la figura del diablo en las religiones monoteístas, tuvo su origen en el mazdeísmo persa, y esta creencia pasó al judaísmo durante el periodo del exilio. Pero algunos escritos, como el de Job, la conexión de Génesis 3 con Apocalipsis, indica que de alguna manera, si aceptaban su existencia desde mucho antes.

Por ejemplo entre los judíos se solían pronunciar nombres y oraciones, y otro tipo de formulaciones, que afirmaban provenían de Salomón, a fin de expulsar los malos espíritus. Se debía hacer mención de nombres de ángeles buenos, que solos o en combinación con el nombre de Dios, ejercían el suficiente poder para espantar a los demonios. Esto se había convertido en tiempos de Jesús en una especie de superstición, pues se confiaba en la sola invocación de nombres, y se consideraba vital que se usaran los nombres apropiados, que variaban para diferentes tiempos y ocasiones. 

En el caso de los cristianos, se menciona en el primer siglo que Jesús otorgó a sus apóstoles el poder para expulsar demonios. Este poder fue pasado a otros discípulos, pero parece que no a todos. Y se da a entender que estos eran parte de los dones espirituales, obras poderosas con el fin de que la gente pusiera fe, pero que conforme el cristianismo iba madurando, serían innecesarios para ejercer fe, pues el conocimiento y la palabra se haría suficientemente poderosa. Por ejemplo, en la carta de Santiago se anima a lo siguiente: sujetaos por tanto a Dios; pero oponeos al Diablo, y el huirá de vosotros. (Santiago 4:7)

Mostrando con esto que la actitud mental del individuo, bien orientada, podía ser suficiente para ahuyentar al diablo y sus demonios. También se citan las palabras registradas en la carta de Pablo a los efesios, cuando habla de seguir adquiriendo poder en el Señor y en la potencia de su fuerza. Para después explicar lo de  ponerse la armadura simbólica, para estar firmes contra las maquinaciones del Diablo. La predicación de los cristianos, ya no era tanto hacer ostentaciones de poder milagros, sino, razonando con las escrituras, invitaban a los nuevos creyentes a hacer cambios en sus vidas, que los alejaban del contacto con los demonios. 

Por ejemplo, se dice que aquellos que llegaron a ser cristianos en la antigua Éfeso hicieron lo siguiente: “Buen número de los que habían practicado artes mágicas juntaron sus libros y los quemaron delante de todos.” (Hechos apóstoles 19:18, 19) Aquella ciudad tenía fama por el uso de las conocidas como “letras efesias,” que consistían en ciertas combinaciones de letras o palabras, las cuales, al ser pronunciadas con ciertas entonaciones de la voz, supuestamente servían para curar ciertas enfermedades, o expulsar espíritus malignos. Claro que los que abrazaban el cristianismo en la antigua Éfeso evitaron tener que ver con estas “letras efesias”. No se menciona, sin embargo, que los apóstoles hicieran una masiva expulsión de demonios. 

Pero a medida que el cristianismo fue resquebrajándose y surgiendo otros movimientos cristianos de distinto signo, algunos vieron necesario demostrar que eran los verdaderos por medio de la realización de milagros u obras poderosas, junto con esto la supuesta expulsión de demonios como parte de sus cultos, eso ocurrió sobre todo entre los montanistas del siglo II. Y en eso cometieron un error, pues la expulsión de demonios no se aplicaba a los mismos cristianos, sino a la gente de fuera. En el siglo III, se dice que los novacianos aún tenían entre sus diferentes ministros religiosos a alguno con titulación de exorcista, probablemente para situaciones de demonismo en los posibles nuevos conversos.

Otras iglesias o ramas del cristianismo dejaron con el tiempo la costumbre de hacer exorcismos, sea porque abandonaron la predicación, o porque entendieron que el sólo conocimiento de Jesús, y recibir el bautismo con la fórmula adecuada, ya era suficiente poder para ahuyentar cualquier posesión demoniaca.

Jesús no puso en duda la existencia del diablo, habló de él como si fuera el gobernante del mundo, y describe a sus demonios como seres capaces de poseer a un ser humano. Se dijo que de María Magdalena al hacerse cristiana, salieron siete demonios. Y esto es lo que llama poderosamente la atención, ¿qué significaba estar poseído o tener demonio dentro? En aquellos tiempos, se decía que ciertas personas sufrían de manera terrible los efectos de la posesión demoniaca. Dichos efectos tenían que ver con espasmos, algunos quedaban mudos, padecían ceguera repentina, o actuaban como si estuviesen locos, demostrando también una fuerza extraordinaria. Todos solían ser maltratados de diversas formas, no parece, de ningún modo que estos fueran felices. A menudo se relatan casos de personas a los que con solo unas palabras, por lo general, un mandato, les eran retirados los espíritus demoniacos y quedaban sanos, volvían a ser personas normales. 

Algunos expertos intentan explicar los casos de posesión demoniaca mencionados en la Biblia, alegando que en muchos casos, simplemente se trataba de ataques repentinos, típicos de la epilepsia, pues en algunos relatos, los síntomas parecen coincidir. Es verdad que probablemente muchos de los enfermos con ese mal, la gente lo interpretaba como posesión, sin embargo, los evangelios hacen distinción entre estos y otros, así por ejemplo el evangelio de Mateo 4:24 se dice que le llevaron endemoniados y epilépticos. En Mateo 17:14-20 se describe un curioso caso, en el que según el relato paralelo de Marcos 9:14-29, los padres atribuían a un demonio mudo, los repentinos espasmos, espumarajos y decaimientos de su hijo. Se dice que tras realizar unas preguntas a los padres, Jesús curó al joven, algo que sus discípulos no pudieron hacer, repitiendo la típica fórmula que habían aprendido de su maestro: “En el nombre de Jesús Demonio te ordeno que salgas”. Posiblemente en esa ocasión porque se trataba realmente de una enfermedad. Podemos afirmar que las escrituras hacen una clara distinción de cuando se trataba de la posesión demoniaca de una persona y cuando no. 

 Sin embargo, en tiempos de Israel se relatan casos de posesión espiritual que se identificaba como proveniente de Dios, indicando que era actuar como profetas. Al parecer los profetas de Israel a menudo entraban en trance, actuaban extrañamente ante los ojos de los demás, hasta se convulsionaban, pero la diferencia es que recobraban la cordura y después pronosticaban acertadamente los mensajes divinos. Pero en otros casos, se dice que se enviaba el espíritu de Dios y les hacía actuar de forma extraña, esto se pudo observar en el relato de 1 Samuel 19:18-20, donde se registra la curiosa situación de los enviados del rey Saúl, cuando pretendía prender a David. Se dice que estos al llegar a cierto lugar se ponían a actuar como profetas, incluso Saúl llegó a sufrir ese llamativo efecto, con convulsiones, aturdimientos, desnudez y otras extrañas conductas, y atribuidas al espíritu de Dios. Pero no era porque se convirtieran en verdaderos profetas, sino fue para impedir que llegaran hasta David, y librar a este del peligro. 

Y esto es interesante, pues a menudo es fácil confundir recibir espíritu santo con la posesión demoniaca, pues en algunos casos la descripción de los efectos guarda cierta similitud. De la misma manera el que los poseídos hablen cosas verídicas, o alaben a Dios, no es prueba de que su posesión sea por espíritu santo, pues puede ser demoniaca. Y recibir la energía de un ser espiritual, sea buena o mala, tiene unos efectos contundentes en un simple ser humano.

Tenemos el caso de dos extraños casos registrados en la Biblia. El primero fue protagonizado por una muchacha, que según el relato estaba poseída por un espíritu de adivinación, y era fuente de negocio para su familia, el relato dice: Y aconteció que, yendo nosotros al lugar de oración, nos encontró cierta sirvienta que tenía un espíritu, un demonio de adivinación. Ella proporcionaba mucha ganancia a sus amos practicando el arte de la predicción.  Esta [muchacha] seguía detrás de Pablo y de nosotros y gritaba, usando estas palabras: “Estos hombres son esclavos del Dios Altísimo, los cuales les están publicando el camino de la salvación”.  Esto lo siguió haciendo por muchos días. Por fin Pablo se cansó de ello y se volvió y dijo al espíritu: “Te ordeno en el nombre de Jesucristo que salgas de ella”. (Hechos apóstoles 16:16-18)

En este caso, el espíritu le hacía dar alabanza a Dios o alabar la obra que los cristianos estaban efectuando. Pero se consideró que no era apropiado recibir publicidad de su parte, pues eso significaría confusión para la gente que atendiera el mensaje de los cristianos, por ello Pablo expulsó el demonio, la chica recobró la normalidad, pero perdió ese supuesto don profético. 

En el otro caso la situación fue más extraña aún, pues supuestos espiritistas de Éfeso, alegaban expulsar demonios, y sucedió lo siguiente: ciertos individuos de los judíos ambulantes que practicaban la expulsión de demonios también intentaron nombrar el nombre del Señor Jesús sobre los que tenían espíritus inicuos, diciendo: “Les ordeno solemnemente por Jesús a quien Pablo predica”.  Ahora bien, había siete hijos de cierto Esceva, sacerdote principal judío, que hacían esto.  Pero, en respuesta, el espíritu inicuo les dijo: “Conozco a Jesús, y sé quién es Pablo; pero ustedes, ¿quiénes son?”.  Con eso, el hombre en quien estaba el espíritu inicuo se echó sobre ellos de un salto, logró el dominio de uno tras otro, y prevaleció contra ellos, de modo que huyeron de aquella casa, desnudos y heridos. (Hechos apóstoles 19:12-16)

 Es interesante que se relatara este caso, pues venía a aclarar las palabras de Jesús que dijo: Muchos me dirán en aquel día: ‘Señor, Señor, ¿no profetizamos en tu nombre, y en tu nombre expulsamos demonios y ejecutamos muchas obras poderosas?’ Y sin embargo, entonces les confesaré: ¡Nunca los conocí!

Algunos no comprenden cómo es posible que se rechazara a quienes supuestamente expulsaran demonios, pero lógicamente la idea indica que muchos pretenderían hacer eso, cuando en realidad eran falsos. Estas palabras aparentemente venían a contradecir la discusión que tuvo contra los fariseos, los cuales acusaron a Jesús de expulsar a los demonios por medio de Belzebub, y él respondió lo siguiente: “Todo reino dividido contra sí mismo viene a parar en desolación, y toda ciudad o casa dividida contra sí misma no permanecerá en pie.  Así mismo, si Satanás expulsa a Satanás, ha llegado a estar dividido contra sí mismo; entonces, ¿cómo podrá estar en pie su reino?  Además, si yo expulso a los demonios por medio de Beelzebub, ¿por medio de quién los expulsan los hijos de ustedes? Por eso, ellos serán sus jueces.  Pero si es por medio del espíritu de Dios como yo expulso a los demonios, el reino de Dios verdaderamente los ha alcanzado.  O ¿cómo puede alguien invadir la casa de un hombre fuerte y arrebatar sus bienes muebles, a menos que primero ate al fuerte? Y entonces saqueará su casa.  El que no está de parte mía, contra mí está; y el que no recoge conmigo, desparrama. (Mateo 12:25-30) 

¿Cómo armonizar esto? ¿Significa que no es posible expulsar demonios por medio del mismo diablo? Entonces, ¿todas las supuestas expulsiones son verdaderas? En realidad en este caso, más bien debemos preguntar: ¿Son realmente expulsiones de demonios todas las que se realizan en el nombre de Jesús, en las diferentes iglesias contrapuestas? Si Jesús dice que les dirá a algunos que supuestamente afirman realizar esa labor que no los reconoce, es porque posiblemente, aun creyendo que efectúan tal obra, no es realmente así. De la misma manera que cuando se decía que algunos actuaban como profetas, realmente no lo eran. En el caso de Jesús, frente a los fariseos, estaba claro que ellos no lo hacían, por mucho que estos lo afirmaran realizar esos exorcismos, al igual que los que se registra en Hechos 19, y cuando se toparon con la realidad, probaron de su propia medicina.  
Lo que sí está claro es que difícilmente se puede identificar una expulsión de demonios provenientes de tan distintas y opuestas fuentes. Pentecostales y evangelistas de diferentes signos o ramas, bautistas, metodistas, católicos, ortodoxos, y otras confesiones, todos afirman haber realizado exorcismos o expulsión de demonios. Jesús afirmó que sus discípulos lo harían, pero ¿cómo? ¿Bajo qué fórmula o ritual?   

Es digno de notar que no fue hasta la edad media que surgió, de nuevo con fuerza, la costumbre del exorcismo en la iglesia católica. El primer libro con fórmulas de exorcismo es el Statua Ecclesiae Latinae, escrito en el año 500. Este fue sustituido por el Malleus Maleficrum, escrito en 1486 a raíz de la inquisición y la obsesiva persecución conocida como la caza de brujas. Se decía que con ese tipo de formulaciones, se podía detectar a una bruja, y también aliviar los maleficios que estas podían enviar contra alguien y por supuesto las posesiones demoniacas. Con el tiempo se prepararon especialistas entre ciertos sacerdotes, bajo la autorización del vaticano. Por último el Flagellum Daemonum de 1606, recopilado por Gerónimo Mengo, que es el manual que se utilizó hasta muy entrado el siglo XX, junto con el Rituale Romanum de 1614, utilizando hasta ahora, pues aunque el papa Juan Pablo II, quiso establecer otro, los curas que recibían el poder de exorcizar lo rechazaron. Son llamativos y controvertidos los casos de exorcismos católicos, algunos llevados a las pantallas. En el caso de las iglesias anglicanas, también existe la figura del exorcista, quien en su formulación incluye salmodias y oraciones para expulsar a los demonios. 

 Tras la llegada de Lutero y su reforma, la utilización de fórmulas mágicas para expulsar demonios cesó, al menos en la iglesia luterana, calvinista, congregacionista, bautista y presbiteriana. Tan solo haciendo uso de la oración, por parte del pastor era suficiente para efectuar alguno, si era necesario. Pero a raíz de la eclosión de las miles de iglesias de signo carismático, surgieron por doquier las demostraciones grandilocuentes de supuestas expulsiones de demonios, en muchos casos, dentro de las mismas iglesias y efectuadas a los miembros de su iglesia. Esto es algo inaudito y fuera de lugar, inconcebible para el cristianismo original, pues se supone que si alguien asiste al templo, es porque de alguna manera cree, tiene fe, ha sido predicado y por tanto los demonios no pueden poseer a un cristiano  convertido, ni revelarse entre los creyentes. Al menos es así como lo ven algunos detractores de este fenómeno, que hoy se da tanto en las iglesias pentecostales, algunas de la teología de la prosperidad, así como en iglesias evangélicas carismáticas. 

Los pastores, tras un emotivo discurso, y con el fin de demostrar el recibimiento del espíritu santo, hacen llamar a alguien, y entonces una persona de entre el público se acerca a la plataforma. De repente, aquella persona antes tranquila, se muestra poseída, según ellos, el demonio que lo ocupa sale a relucir al oír el mensaje y se revela, se muestra inquieta y violenta, grita, lanza voces y frases inconexas. Entonces un grupo de ayudantes del pastor sujetan al individuo, pues en ocasiones la persona empieza a poseer una fuerza descomunal, que pudiera ser utilizada contra el pastor. Entonces a empujones, golpes en la cabeza y los hombros, el pastor gritando fuerte, empujando con fuerza, soplando, chillando y dando saltos alrededor, hace que el supuesto endemoniado caiga al suelo, debilitado. Algunos dicen que utilizan ciertos amuletos, ropas, mantos u otros utensilios para realizar la expulsión demoniaca. Nada que ver con la sencilla formulación utilizada por Jesús, nunca se dice que gritara o golpeara al afectado, ni que el demonio tuviera más poder que él, o que tuviesen que sujetar al individuo mientras realizaba el acto de la expulsión. Tampoco se vio esto entre las expulsiones que efectuaron sus discípulos. Por otro lado, algunas iglesias al amparo de la ignorancia, tan solo buscan alardes de poder, a fin de captar  inocentes, entre personas de baja cultura, que luego se vuelcan ciegamente a las órdenes del pastor, del cual aceptarán cualquier cosa que les diga. Como pronosticaba el apóstol Pablo, bajo una forma de devoción piadosa, resultaran falsos a su poder.

Pues por muchas supuestas obras milagrosas, expulsiones de demonios, habla en lengua y demás obras, si no conducen a las personas a ser más honradas, trabajadoras, pacíficas y limpias moral y espiritualmente, no sirve de nada. Es como Jesús ilustró con aquel del cual salió un demonio, pero luego el espíritu vuelve a ese cuerpo que echa de menos, “su casa”, y que la encuentra preparada para él, este además, aprovecha y toma a siete espíritus más malignos y terminan morando con este. (Mateo 12:43-45). Peor el remedio que la enfermedad. Y quizá se les diga al final: ¡Nunca los conocí! Apártense de mí, obradores del desafuero.

1 comentario:

  1. En este mundo te encuentras de todo. Seguro que hasta los demonios dan palmas con las orejas.

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