De entre todos los cabezas o líderes cristianos de esta primera parte del siglo II, quizás la figura que mas llame la atención, fue la de Ignacio de Antioquía, contemporáneo de Juan, de Pablo e incluso es posible que conociera a Pedro. En sus escritos, ya en la prostimerias de su vida, se pueden observar algunos datos sobre el ambiente y las dificultades que empezaban a afrontar los cristianos, pero sobre todo se muestran la pugna entre varias tendencias contrarias y muy dañinas para la unidad de la congregación cristiana.
En su carta a las congregaciones de Filadelfia, muestra algo que se empezaba a notar de forma perniciosa dentro de las congregaciones : Absteneos de las plantas nocivas, que no son cultivadas por Jesucristo, porque no son plantadas por el Padre. No que haya hallado divisiones entre vosotros, pero sí filtración. Porque todos los que son de Dios y de Jesucristo están con los obispos; y todos los que se arrepientan y entren en la unidad de la Iglesia, éstos también serán de Dios, para que puedan vivir según Jesucristo. No os dejéis engañar, hermanos míos. Si alguno sigue a otro que hace un cisma, no heredará el reino de Dios. Si alguno anda en doctrina extraña, no tiene comunión con la pasión. (A los filadelfianos III)
Algunas de las que anteriormente habían sido solo tendencias, ahora se empezaban a convertir en cismas, y la única manera de combatirlas, según Ignacio, era por medio de la unidad organizativa de las congregaciones y un buen control por parte de los cabezas, por ello el abogaba por dar más peso a ciertos presbíteros de más experiencia a los que llama obispos, para que estos lucharan por la preservación de la unidad.
Como ya hemos notado en la correspondencia con Policarpo de Esmirna, todo parece indicar que Ignacio tenía cierta autoridad, pero no se percató de que ciertas decisiones, necesarias por un lado, significarían mas problemas en el futuro. Una de estas decisiones y normas tomadas a partir de entonces era la de dar mas autoridad a los llamados obispos, en una carta dirigida a los cristianos de Esmirna menciona la siguiente : "Seguid todos al obispo, como Jesucristo al Padre, y al colegio de ancianos (presbyteroi) como a los apóstoles. En cuanto a los diáconos, reverenciadlos como al mandamiento de Dios. ... El que honra al obispo, es honrado de Dios. El que hace algo a ocultas del obispo, rinde culto al diablo. (Carta a los de Esmirna, 8-9).
En similar tono se expresa así en la carta que dirigió a los de Efeso :Porque a todo aquel a quien el Amo de la casa envía para ser mayordomo de ella, debe recibírsele como si fuera el que le envió. Simplemente, pues, deberíamos considerar al obispo como al Señor mismo. (Carta a los Efesios 6).
Bien entendidas, estas palabras parecen indicar la obediencia debida a la jefatura en las congregaciones, no obstante empieza a dar una mayor autoridad a una sola persona, cosa que no ocurría en la primera época. De alguna manera, es posible que al mencionar la palabra mayordomo, hiciera alusión a las palabras de Jesús sobre el mayordomo fiel.
Lo que si es verdad, sobre todo se observa en su escrito a Esmirna, anteriormente citado, que se hace por primera vez distinción entre obispos y presbíteros. En otra parte de este mismo escrito aparece otra orden sobre la autoridad de dicho obispo : Dondequiera que aparece el obispo, acuda allí el pueblo, así como dondequiera que esté Cristo, allí está la congregación universal (katholiké). No es lícito celebrar el bautismo o la eucaristía sin el obispo. Lo que él aprobare, eso es también lo agradable a Dios, a fin de que todo cuanto hagáis sea firme y válido...
Algunos alegan que de esta expresión griega "Katholiké" salió el nombre de iglesia Católica, por el hecho de mencionar por primera vez la idea de iglesia universal, pero en realidad Ignacio no pretendía poner un nombre a la comunidad cristiana, simplemente hacia referencia a la universalidad y multinacionalidad de la congregación . Lo mas llamativo, no obstante es el hecho de que el abogara por dar mas poder de dirección a los llamados Obispos, estos en un principio eran exactamente lo mismo que los Presbíteros, simplemente eran maneras diferentes de llamar a los cabezas de una congregación. Al haber cada vez mas congregaciones, se hizo necesario delegar mas responsabilidad en uno de los presbíteros, quien haría de enlace o coordinador de los demás y a quien se diferenció con el titulo de obispo. Quizás al principio este titulo recaería en el anciano o presbítero de mas experiencia o años ejerciendo el presbiterio.
De esa manera, la figura del obispo de una ciudad tenía la función de representar a todos los ancianos o presbíteros de las diferentes congregaciones que podía haber en una gran urbe, ante el grupo de cristianos dirigentes o viajantes. Y muy posiblemente era a este a quien llegaba la correspondencia desde lo que podría ser el grupo o cuerpo gobernante. Esto hizo que para la primera década del siglo II, ya se establecieran las posiciones relativas de cada miembro y la de obispo saliera mas reforzada, después estaba la de Presbítero y por último diácono, quien quizás llevaba alguna responsabilidad menor, mas mecánica o burocrática, que la de la enseñanza que recaía en los presbiterios.
Pero para Ignacio el nombramiento de estos obispos significaba mantener unida a la congregación en torno a un representante directo de la dirección de la iglesia, en otra carta esta vez a los efesios dice lo siguiente : Pongamos, pues, empeño en no enfrentarnos con el obispo, de suerte que así estemos sometidos a Dios. Cuanto uno vea más callado a su obispo, más ha de respetarle. Porque a todo el que envía el padre de familias para gobernar su casa hemos de recibirle como al mismo que lo envía. Es, pues, evidente, que hemos de mirar al obispo como al mismo Señor... (Carta a los Efesios, 4-6). Sin lugar a dudas esto dio lugar a obispos que quizás bajo la autorización de alguien tan admirado y apreciado como era Ignacio en aquellos días, empezarían a gobernar la congregación cual cónsules o gobernadores políticos de una ciudad.
Todo esto coincidió, (o quizás fuese la razón) con una independencia excesiva de las congregaciones, sobre todo a medida que iban escaseando las cartas apostólicas tal como se hacía en el primer siglo. Y poco se sabía de algún cabeza visible o un grupo mas o menos homogéneo de dirigentes, salvo los antes mencionados, pero de los que no hay consenso sobre si formaban una unidad como grupo.
Algunos intentan atribuir a Ignacio la introducción de la enseñanza del infierno de tormento para los malos. Para ello citan estas palabras de su carta a los Efesios : Los que corrompen las casas (familias) no van a heredar el reino de Dios. Así pues, si a los que hacen estas cosas según la carne se les da muerte, cuánto más si un hombre, con mala doctrina, corrompe la fe de Dios por la cual Jesucristo fue crucificado. Este hombre, habiéndose corrompido a sí mismo, irá al fuego que nunca se apaga; y lo mismo irán los que le escuchan y hacen caso de él.(Carta a los Efesios 16:2) Entendido en su completo contexto, vemos que se refiere a la muerte eterna, en contrate con la muerte común, en ningun momento hace mención de sufrimiento o tormento para esas personas.
Para conocer más sobre Ignacio de Antioquía y su obra animo a los lectores a obtener el Tomo I de la obra El Trigo ahogado
En su carta a las congregaciones de Filadelfia, muestra algo que se empezaba a notar de forma perniciosa dentro de las congregaciones : Absteneos de las plantas nocivas, que no son cultivadas por Jesucristo, porque no son plantadas por el Padre. No que haya hallado divisiones entre vosotros, pero sí filtración. Porque todos los que son de Dios y de Jesucristo están con los obispos; y todos los que se arrepientan y entren en la unidad de la Iglesia, éstos también serán de Dios, para que puedan vivir según Jesucristo. No os dejéis engañar, hermanos míos. Si alguno sigue a otro que hace un cisma, no heredará el reino de Dios. Si alguno anda en doctrina extraña, no tiene comunión con la pasión. (A los filadelfianos III)
Algunas de las que anteriormente habían sido solo tendencias, ahora se empezaban a convertir en cismas, y la única manera de combatirlas, según Ignacio, era por medio de la unidad organizativa de las congregaciones y un buen control por parte de los cabezas, por ello el abogaba por dar más peso a ciertos presbíteros de más experiencia a los que llama obispos, para que estos lucharan por la preservación de la unidad.
Como ya hemos notado en la correspondencia con Policarpo de Esmirna, todo parece indicar que Ignacio tenía cierta autoridad, pero no se percató de que ciertas decisiones, necesarias por un lado, significarían mas problemas en el futuro. Una de estas decisiones y normas tomadas a partir de entonces era la de dar mas autoridad a los llamados obispos, en una carta dirigida a los cristianos de Esmirna menciona la siguiente : "Seguid todos al obispo, como Jesucristo al Padre, y al colegio de ancianos (presbyteroi) como a los apóstoles. En cuanto a los diáconos, reverenciadlos como al mandamiento de Dios. ... El que honra al obispo, es honrado de Dios. El que hace algo a ocultas del obispo, rinde culto al diablo. (Carta a los de Esmirna, 8-9).
En similar tono se expresa así en la carta que dirigió a los de Efeso :Porque a todo aquel a quien el Amo de la casa envía para ser mayordomo de ella, debe recibírsele como si fuera el que le envió. Simplemente, pues, deberíamos considerar al obispo como al Señor mismo. (Carta a los Efesios 6).
Bien entendidas, estas palabras parecen indicar la obediencia debida a la jefatura en las congregaciones, no obstante empieza a dar una mayor autoridad a una sola persona, cosa que no ocurría en la primera época. De alguna manera, es posible que al mencionar la palabra mayordomo, hiciera alusión a las palabras de Jesús sobre el mayordomo fiel.
Lo que si es verdad, sobre todo se observa en su escrito a Esmirna, anteriormente citado, que se hace por primera vez distinción entre obispos y presbíteros. En otra parte de este mismo escrito aparece otra orden sobre la autoridad de dicho obispo : Dondequiera que aparece el obispo, acuda allí el pueblo, así como dondequiera que esté Cristo, allí está la congregación universal (katholiké). No es lícito celebrar el bautismo o la eucaristía sin el obispo. Lo que él aprobare, eso es también lo agradable a Dios, a fin de que todo cuanto hagáis sea firme y válido...
Algunos alegan que de esta expresión griega "Katholiké" salió el nombre de iglesia Católica, por el hecho de mencionar por primera vez la idea de iglesia universal, pero en realidad Ignacio no pretendía poner un nombre a la comunidad cristiana, simplemente hacia referencia a la universalidad y multinacionalidad de la congregación . Lo mas llamativo, no obstante es el hecho de que el abogara por dar mas poder de dirección a los llamados Obispos, estos en un principio eran exactamente lo mismo que los Presbíteros, simplemente eran maneras diferentes de llamar a los cabezas de una congregación. Al haber cada vez mas congregaciones, se hizo necesario delegar mas responsabilidad en uno de los presbíteros, quien haría de enlace o coordinador de los demás y a quien se diferenció con el titulo de obispo. Quizás al principio este titulo recaería en el anciano o presbítero de mas experiencia o años ejerciendo el presbiterio.
De esa manera, la figura del obispo de una ciudad tenía la función de representar a todos los ancianos o presbíteros de las diferentes congregaciones que podía haber en una gran urbe, ante el grupo de cristianos dirigentes o viajantes. Y muy posiblemente era a este a quien llegaba la correspondencia desde lo que podría ser el grupo o cuerpo gobernante. Esto hizo que para la primera década del siglo II, ya se establecieran las posiciones relativas de cada miembro y la de obispo saliera mas reforzada, después estaba la de Presbítero y por último diácono, quien quizás llevaba alguna responsabilidad menor, mas mecánica o burocrática, que la de la enseñanza que recaía en los presbiterios.
Pero para Ignacio el nombramiento de estos obispos significaba mantener unida a la congregación en torno a un representante directo de la dirección de la iglesia, en otra carta esta vez a los efesios dice lo siguiente : Pongamos, pues, empeño en no enfrentarnos con el obispo, de suerte que así estemos sometidos a Dios. Cuanto uno vea más callado a su obispo, más ha de respetarle. Porque a todo el que envía el padre de familias para gobernar su casa hemos de recibirle como al mismo que lo envía. Es, pues, evidente, que hemos de mirar al obispo como al mismo Señor... (Carta a los Efesios, 4-6). Sin lugar a dudas esto dio lugar a obispos que quizás bajo la autorización de alguien tan admirado y apreciado como era Ignacio en aquellos días, empezarían a gobernar la congregación cual cónsules o gobernadores políticos de una ciudad.
Todo esto coincidió, (o quizás fuese la razón) con una independencia excesiva de las congregaciones, sobre todo a medida que iban escaseando las cartas apostólicas tal como se hacía en el primer siglo. Y poco se sabía de algún cabeza visible o un grupo mas o menos homogéneo de dirigentes, salvo los antes mencionados, pero de los que no hay consenso sobre si formaban una unidad como grupo.
Algunos intentan atribuir a Ignacio la introducción de la enseñanza del infierno de tormento para los malos. Para ello citan estas palabras de su carta a los Efesios : Los que corrompen las casas (familias) no van a heredar el reino de Dios. Así pues, si a los que hacen estas cosas según la carne se les da muerte, cuánto más si un hombre, con mala doctrina, corrompe la fe de Dios por la cual Jesucristo fue crucificado. Este hombre, habiéndose corrompido a sí mismo, irá al fuego que nunca se apaga; y lo mismo irán los que le escuchan y hacen caso de él.(Carta a los Efesios 16:2) Entendido en su completo contexto, vemos que se refiere a la muerte eterna, en contrate con la muerte común, en ningun momento hace mención de sufrimiento o tormento para esas personas.
Para conocer más sobre Ignacio de Antioquía y su obra animo a los lectores a obtener el Tomo I de la obra El Trigo ahogado
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